Tuesday, November 22, 2011

A Silvia y a Nena.




By Miguel Grillo Morales on Thursday, August 11, 2011 at 5:44pm


Ocurrió en los albores de siglo XVII. En una pequeña canoa, tres obreros en busca de sal surcaban las aguas de la oriental y norteña Bahía de Nipe. Cuando vieron flotar, entre la espuma de las suaves olas, un pequeño bulto blanquecino que se les antojó ser un ave; el día comenzaba a clarear y remaron a su encuentro.
Sus vestiduras estaban secas a pesar de navegar sobre una débil tablilla, en la cual unas grandes letras decían: YO SOY LA VIRGEN DE LA CARIDAD.

A Silvia y a Nena.
Construido en el siglo diecinueve, el Barracón del Central Mercedes, era un conglomerado de pequeños cuartos donde vivían los esclavos de aquella época. Paredes inmensamente gruesas, techo de rojizas tejas y ventanas de madera, formaban aquella fortaleza que recorría todo un lateral del parque del Ingenio.
Ocupado por obreros y sus familias, se convirtió a principio del siglo veinte en un vibrante y bullicioso barrio donde radicaban algunos negocios como: La Oficina de Correos, la barbería de Pití, el puesto de Heriberto y la búlgara y el de Cristina. Casi al centro, en la calle del parque, se alzaba la Iglesia, desde donde sobresalía el blanco campanario al resto de la edificación de una sola planta.

 
Dos jóvenes hermanas, Silvia y Nena Rodríguez, llamadas por todos “Las Apolonio” volcadas desde muy temprano en su fe cristiana, contribuían incansablemente con todas las actividades que se realizaban en aquel templo.
Silvia fue mi maestra de catecismo a principio de los años sesenta. Recuerdo que formaba dos grupos de niños sentados en los bancos de la Iglesia, un mapa de la Isla de Cuba sobre la blanca pared, dos pequeños automóviles que hacían el recorrido, avanzando por la carretera central, de oriente hacia occidente. Contestar correctamente significaba avanzar el auto al próximo pueblo. El grupo del auto que alcanzara primero la meta, recibía algún regalito.


Cuando la siniestra garra de la tiranía Castrista se abalanzo contra toda forma de libre expresión, la Iglesia católica fue una víctima más. La Iglesia del Central Mercedes, fue demolida para dar paso a una línea de ferrocarril. Las Apolonio, lograron rescatar algunas cosas y las llevaron a su casa, donde siguieron practicando su fe, contra viento y marea. Su casa, se convirtió en una “Casa de Oración.” En aquella vieja casa de madera se realizaron bautizos, comuniones y todo tipo de ayuda comunitaria. Puede que afuera la tiranía aupara el odio, dentro de aquella vieja casa, siempre se predico el amor al prójimo. Víctimas de la represión, Silvia fue detenida, interrogada y amedrentada por funcionarios de Seguridad del Estado en más de una ocasión. Jamás claudicaron,  jamás cedieron al chantaje, jamás renunciaron a su amor a Cristo, solo la fe mantuvo aquellas dos mujeres y aquella vieja casa en pie.

La Virgen de la Caridad, la que se le apareciera a los tres Juanes en busca de sal, está haciendo un recorrido por toda la Isla. El pasado 19 de julio visito el Central Mercedes, llamado hoy “6 de Agosto”. Un gran número de personas la esperaron a la entrada del pueblo, después de un acto multitudinario en el parque, precedida por trece caballos, la procesión se dirigió a la casa de Las Apolonio. Una foto tomada en ese momento muestra la vieja descolorida y deteriorada casa. En el portal, una mesa como improvisado altar llena de flores, un cartel con la imagen de la virgen y otro que reza; “Virgen da La Caridad Bendícenos”.

Parada en el umbral de la puerta, bastón en mano, aferrada a la puerta como a su fe, asistida por una vecina, Nena mira complacida la multitud. Pero hay algo que no se alcanza a ver en la foto, algo que no capta el lente, porque esta mas allá de la imagen impresa, es el coraje, el estoicismo de una mujer que junto a su hermana, dedicaron ambas, sus vidas a servir a Jesús y al prójimo, que es lo mismo.

Silvia, mi maestra de catecismo, la indomable, ya no está físicamente, murió hace unos años, murió en su amado Central Mercedes, en la vieja casa que la vio nacer y que se niega a ser víctima del desarraigo y el desatino. Nena aun sigue allí, noble, pero desafiante, como un monumento a la dignidad y al amor. Confieso que me conmovió la foto. Sentí deseos de abrazar fuertemente a Nena y decirle con toda la ternura: Gracias a ti y a Silvia, por llevar solas la fe y el peso que nos correspondía a todos. Que la Virgen De La Caridad te bendiga y te proteja siempre.

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