Friday, November 18, 2011

No es tiempo de partir.



By Miguel Grillo Morales on Thursday, June 2, 2011 at 5:26pm 

No soy capaz de precisar cuando tuve razón de su existencia. El más remoto y lucido recuerdo, es la visión de su figura avanzando a pie, desde la esquina de Paco, por el callejón de la finca, donde yo vivía, en el Central Mercedes, Matanzas, Cuba. De mediana estatura y de piernas zambas, verle aparecer me llenaba de regocijo, su presencia significaba un día de pesca o cacería, dos actividades que para un crío de seis o siete años significaban el más preciado anhelo.


Desde la distancia yo gesticulaba, con las manos, con el dedo índice, apuntaba repetidas veces, en dirección al río. Con aquellos gestos formulaba una pregunta: -¿Vas al río? El, repetía el gesto, apuntando en la misma dirección, a modo de afirmación. Pero inmediatamente, cambiaba la dirección del dedo, señalándome hacia el lado contrario, dejándome con la incertidumbre sobre sus verdaderos planes. Mi gesto se repetía. Su respuesta se hacía más complicada. Esta vez, su índice indicaba a la derecha, a la izquierda, hacia arriba y hacia abajo. Yo advertía la broma, hacia lo mismo. Mientras la distancia se acortaba entre nosotros. Aquello tomaba apariencia de un dialogo entre dos locos, sordo mudos. Ya junto a mí, preguntaba: -¿Te dejaran ir? -¡Claro que sí! Jamás mis Padres le negaron el permiso a llevarme con él.

Aquellos días viven y vivirán para siempre en mi memoria, ávido cazador y pescador, de verbo fácil, un día junto a él era más, mucho más, que una cacería o pesquería, era una fructífera enseñanza. Con sus conocimientos de entomología descubría para mí, ese mundo de tesoros que guarda la naturaleza y que pocos son capaces de advertir. La hermosa metamorfosis de un insecto. El complicado tejido del nido de un colibrí. El comportamiento de un hormiguero. La razón por la cual, en el monte, los bejucos crecen enredándose siempre hacia la derecha. La invariable curiosidad de que una mazorca de maíz, tiene siempre hileras de granos pares. Fueron algunas de las enseñanzas que aprendí de él. Aprendí también a disparar un rifle, pescar con anzuelos y fija.

Con una máscara y un arpón, sin patas de rana (para no remover el lodo) se sumergía en el río de Palmillas que bordeaba la finca y capturaba biajacas y truchas que lazaba para que yo las ensartara en un bejuco. Así recorríamos la rivera, hasta que la carga se me hacía demasiado pesada. Atravesando potreros, rodeados de novillas curiosas, en aquella finca Esperanza y Sumidero, propiedad de nuestros Padres, aprendí poesías de Martí, Lorca, Rafael De León, Buesa y de Juan De Dios Peza y por supuesto, las décimas picarescas y costumbristas del repertorio cubano.

Veinte años mayor que yo, siempre tuvo la paciencia necesaria y la enseñanza precisa. Hasta cumplir mis catorce años, fue mi mentor, guía y mi héroe. Por esas fechas, un Iberia plateado con destino a Madrid, puso kilómetros y años entre nosotros. El, quedo allí, en el entorno que nos vio nacer. Yo comencé mi vida en otras latitudes.

En 1995 realice una inversión en el área de la agricultura en República Dominicana y logre su participación en ella. La afinidad, intacta, nos ayudo a retomar el vínculo roto. En aquella empresa logramos reencontrar nuestros destinos y recuperar el tiempo perdido. En nuestro tiempo libre, volvimos a hacer estragos, esta vez, a las truchas de La Presa de Hatillo, a las palomas rabiches de la Línea Noroeste y hasta en algún casino de la capital. Hablando de lo sublime y de lo ridículo, degustando un buen licor, más de una vez nos sorprendió el alba. Fueron nueve años irrepetibles e inolvidables.

En el 2004 regreso a Cuba. Siempre mantuvimos contacto. Conservo sus extensas y bien redactadas cartas. Hace un par de semanas el hermano de su esposa me advirtió que no andaba bien de salud. Llame a su casa y me preocupo el relato de su hija. Colgando con ella, llame a una amiga, más que amiga casi hermana, con la cual, por esas cosas del destino que nos ha tocado vivir a los cubanos, no tenía contacto desde hace décadas. Conociendo su relación con el sector de la salud, le pedí ayuda. No me defraudo.

Los resultados de la investigación no tardaron y confirmaron mis temores. Lázaro José Grillo, mi entrañable primo Pepe Grillo, hijo de Pipe Grillo y Digna Álvarez, mi querido compañero de andanzas, es víctima de un tumor en el tercio inferior del esófago con metástasis en la base del pulmón. Desde entonces ando perdido, más pesado, más lento, más triste. A duras penas logro concebir estos párrafos pues se me nubla la razón y el teclado. Me laceran, su precaria salud y esta imposibilidad impuesta de no poder darle un fuerte y prolongado abrazo, agradecerle la infinita paciencia con el niño que fui y la lealtad con el adulto que soy. Y porque no, con los ojos nublados por el llanto, repetir aquel lejano gesto de complicidad infantil, señalarle con el índice hacia el cielo y decirle: - No, aun no, por favor resiste, aun no es tiempo de partir.

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