Tuesday, November 22, 2011

NAUFRAGIO


By Miguel Grillo Morales on Friday, July 29, 2011 at 11:18am
Hace una semana naufragué. Es un naufragio planeado de antemano, un naufragio first class (como diría Facundo Cabral) Un cómodo cherlón, una sombrilla azul, hielo, Buchanan’s, arena fina y Rebeca (no Pilar) y este eterno mar Caribe que se empeña en deshacerse contra el litoral en olas de blanca cresta y sutil cadencia.
 La primera provisión que agoté fue la lectura. La novela: “El hombre que amaba a los perros” de Leonardo Padura, un cubano de Mantilla y “siempre en Mantilla”, me duro menos de lo que dura ese blanco demacrado en las nalguitas de las europeas bajo este sol antillano. Es una de las mejores obras que he leído en los últimos tiempos. Asomarme, (desde la narrativa de Padura) a la vida y muerte de Liev Davidovich, Ramón Mercader e Iván Cárdenas, me ha dejado un sentimiento extraño, como un dolor propio y a la vez ajeno.
Si bien es una novela nacida en la imaginación y creatividad de su autor, el hecho de tratar acontecimientos históricos la hace real. No solo nos narra la vida y muerte de estos tres personajes. Nos narra la vida y muerte de una utopia, que fue el sueño y la pesadilla de muchos. Me atrevo a añadir: Lamentablemente aun, lo sigue siendo.
 Nosotros los cubanos, que andamos por el mundo desperdigados, como un rebaño de ovejas atacadas por un lobo, pero libres, tenemos la costumbre de cuestionar en exceso a los que quedaron a merced de la dictadura. Creo que Padura nos hace reflexionar y comprender el verdadero significado de esa palabra que ha mantenido en vilo a toda una nación: MIEDO.
Al término de la lectura deposité el libro de carátula negra sobre la blanca arena. Miré a mí alrededor. Mocho extasiada escuchando música en su Iphone. Mis cuatro hijos, jugando Voleibol con un grupo de amigos franceses. Recordé que hace unos años caminé en compañía de mi familia, por Florencia, Nápoles, Pompeya y lance algunas monedas a la Fuente Trevi. Todos esos sueños, simples y mundanos, que Iván no pudo jamás realizar.
Caminé hasta la orilla buscando en la arena, esa franja donde el mar deposita todo lo que le sobra. Buscaba quizás dos pedazos de madera corroída, cruzados entre si, en forma de cruz, la cruz del naufragio, como aquella que encontró Iván en Santa María del Mar cuando conoció a Ramón Mercader. El mar me mojo los pies, agua cálida y cristalina, solo entonces salí del letargo en que me dejo el final de El hombre que amaba a los perros y comprendí que no era necesario buscar en la arena, pues sobre mis hombros, sobre nuestros hombros, hemos cargado todos los cubanos, los de dentro y los de fuera, la roída y pesada cruz, la cruz de nuestro propio naufragio.

2 comments:

  1. wowwwwwwwwwwwwwww,,,, no quiero demeritarlo,,, pero quizas por la confianza que tenemos y por aquello de q es ud un hombre diafano ....... me quede perpleja, casi sin creer q esto lo habia escrito ud. por un momento crei estar en leyendo a un gran critico , a un escritor ya inscrito. no pudiste decirlo mejor..... ciertamente es un naufragio multitudinario y peor aun es que en el fragor de la vida cotidiana nos creemos estar siempre en tierra firme... cuando en realidad la mar es inmensa. te ha quedadoooooooooooooo, q no es q yo no confie en que ud puede escribir asi,, solo que me parece mentira que no te dediques por completo a esto... ah se me olvidaba las vacas te lo impiden, jaa. bien dicho y pensado.. pero sobre todo sentido !

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  2. WOW, Miguel Grillo, ya Gail Adacha lo dice todo...debes dedicarte a escribir, tienes un don especial, gusta lo que escribes y se queda uno con los deseos de seguir leyendo. Voy a buscar el libro en Amazon, si lo tienen para el Kindle mejor. Gracias, me gusta leer y lo voy a leer. Sigue escribiendo y sino recomienda libros que de seguro los leeré viniendo de ti la recomendación.

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