Friday, December 20, 2013

Feliz Navidad.




Se acerca la Navidad, el mundo se llena de luces y buenos deseos. Muchos olvidando su verdadero significado aprovechan estas fechas para hacer una apología al derroche, otros para aupar y señalar diferencias, las diferencias de clase y de situación económica. En Republica Dominicana, país de grandes contrastes y grandes carencias, pero alegre y bullanguero, las vacaciones se extienden desde mediados de diciembre hasta después del seis de enero. En el hogar más humilde, una pequeña y parpadeante lucecita de colores, un pequeño arbolito, dan fe del contagioso espíritu. Los ingresos extras alivian la situación y por unos días la crisis sede terreno y hasta parece que el mundo se vuelve un mejor lugar.

Por muchos años en Cuba esta celebración fue cancelada por el gobierno. Si bien no estaba del todo prohibida, sembraron el desaliento y el desanimo en la población al punto que prácticamente desapareció. Nunca acepte el injusto pretexto, de que interfería con la producción de la zafra azucarera, otras turbias intenciones se escondían detrás de esa arbitraria decisión, prueba de ello, antes de 1959 Cuba producía tanta o más azúcar aun realizando las fiestas. En 1998 el Papa visito Cuba, después de muchos años se declaro nuevamente el 25 día feriado.

Huérfanos de esas y muchas otras tradiciones me tropiezo desperdigados por el mundo con algunos jóvenes cubanos, que si bien tienen un aceptable nivel académico, su alma presenta un enorme vacío espiritual. Algunos hacen un rechazo público y total a las celebraciones y miran estas festividades como un burro mira una copa de murano. Como el lobo y las uvas: “si no puedo alcanzarlas, las desprecio.” No los culpo, son víctimas del medio donde les toco vivir y aun arrastran las cadenas del desarraigo. “Seremos como el Che” crecieron gritando y algunos, casi sin darse cuenta lo son. Si injusto fue prohibir, injusto seria obligar, así que cada cual haga lo que le venga en gana.

Yo me contagio, veo el entusiasmo de mis hijos, de amigos y vecinos y me sucede como el que espera una conga en la acera, oye el lejano retumbar de los cueros, mueve un pie, mueve el otro, la música se acerca y la euforia crece, no te das cuenta, un escalofrío te recorre el cuerpo y terminas arrollando en plena calle. Así, al menos para mí, es el espíritu navideño. Un nacimiento al pie del nuestro arbolito, me recuerda el verdadero significado. El día 24 asamos un lechón y reúno a mi familia en la mesa. Demasiado me robaron, para darle la satisfacción del desanimo a los ladrones.

Recodando la injusticia cometida en el país de mi infancia, aferrado a esta bella tradición que incluye en muchos casos un intercambio de regalo, tengo algo que obsequiarles. Me gustaría lo aceptaran. Es sencillo, no es mucho, pero dice mucho. Resume en algunas palabras mi actitud. Si le parece útil recórtenlo y pónganlo en un lugar visible. Y si se animan al intercambio, lo que envíen será recibido con respeto.

“Lealtad a la Patria siempre, lealtad al gobierno, solo cuando se la merezca.”

Que tengan una Feliz Navidad y un prospero Año Nuevo.

Saturday, December 14, 2013

Las dos caras de la revolucion.


Con lechada, una especie de pintura que se obtiene al ligar cal y agua, nos hicieron pintar los troncos de los frondosos laureles, los contenes de las aceras a lo largo de la calle principal del pueblo. Recogimos la basura y cortamos el césped. Se colocaron tanques de 55 galones de metal a lo largo de la calle como recipientes de basura. La fachada de la escuela primaria recibió una capa de pintura azul. En la entrada y en los pasillos interiores colocamos frondosas arecas en enormes macetas. Miles de banderitas cubanas atadas por hilos colgaban de un extremo al otro de la calle en forma de tendedera patriótica.

Corría el curso 1964-65 y la escuela José Abrines y el Central Mercedes (6 de Agosto) habían sufrido una meteórica transformación. ¿La razón? En unos días recibiríamos la visita de Armando Hart, ministro de educación en aquella época. Para el día indicado se nos ordeno vestir nuestro mejor uniforme. Cada aula escogió un lema, que sería recitado de memoria, poniéndonos de pie cuando el funcionario entrara en el aula.
Y llego Armando, acompañado de una larga caravana de yipes rusos y Osmobiles negros. Rodeado de guardaespaldas con largos fusiles se asomo a cada aula por unos segundos, sin proferir palabras, solo mostró una lacónica sonrisa y se marcho. En mi aula, a algunos no les quedo claro cuál en aquel molote de personajes era el ministro. Armando y desarmando fue la misma cosa. Las arecas y las macetas desaparecieron aquella misma tarde. Las banderitas fueron recogidas y los tanques de basura fueron a parar quien sabe a dónde. Los contenes y los troncos de los arboles perdieron su blancura al primer aguacero tropical, la calle se lleno de basura. Mercedes volvió en unas horas a ser un batey opaco, sucio.  

Adolecentes ingenuos, no reparamos es aquella maniobra. No conocíamos entonces la historia de la aldea Potemkin. Lo sucedido en Mercedes era la misma historia a pequeña escala. En Colón, Matanzas, asfaltaron una calle y pintaron las fachadas de las casas para una visita de Raúl Castro. Al final el hermanito cambio el recorrido. Esta práctica no solo se ha llevado a cabo con pintura, las cifras, las estadísticas también has sido engañosamente manipuladas.
En el ámbito internacional el gobierno castrista se ha encargado de presentar una vitrina al mundo que dista mucho de la triste realidad. Algunos incautos aun se tragan el anzuelo.  

La historia se repite. La semana pasada el cantautor Silvio Rodríguez ofreció un concierto en un barrio marginal de la ciudad de Matanzas. El sitio Cubadebate, publico un artículo y fotos del evento. Una humilde vivienda, que quedaba justo frente al escenario donde actuaria Silvio, recibió los favores gubernamentales para cambiar su apariencia. Pero al fotógrafo se le ocurrió fotografiar el fondo de la casa. La falsedad ha sido una constante del régimen castrista. Todo parece indicar que hasta los mismos cómplices están hartos de esta burda patraña y están dispuestos a mostrar la verdadera cara. Al menos esta vez, hemos podido ver la otra cara, la verdadera, la sucia cara de la revolución.                  

   
                   




Friday, December 13, 2013

Solo por pensar diferente.


Un opositor pacifico cubano, esposado y rodeado por agentes de la dictadura. Solo por pensar diferente.

Friday, December 6, 2013

SWASTIKA



Amigos.
Cualquier proyecto por pequeño o grandioso que sea requiere de mucho esfuerzo. Soy un admirador de todo aquel que se enfrenta al reto de un proyecto: El interprete ante el micrófono, el pintor ante un canvas en blanco, el escritor ante la hoja de papel, el cirujano ante el enfermo, el bateador ante el lanzador, el barrendero ante la calle llena de mugre, el estudiante ante el examen. En fin, el ser humano ha vivido enfrentando retos desde las cavernas hasta el día de hoy.
Un amigo, un buen amigo, actor, director de cine, se ha propuesto hacer una película y se enfrenta al enorme reto que ese proyecto significa. Orestes Matacena tiene una larga carrera cinematográfica. El y su esposa Orna, son directores y productores de películas independientes. La idea, el tema, nos toca a todos los que de una forma u otra hemos sido testigos o incluso víctimas del racismo, extremismo o del totalitarismo.
Me enorgullezco en contar entre mis amistades con seres humanos de distinto credo, raza, religión o preferencias. Les pido encarecidamente que ayuden a poner un granito de arena en este proyecto. La contribución puede ser pequeña o grande, desde un dólar hasta miles, el resultado será extraordinario.
Muchas Gracias. 

Monday, November 4, 2013

La última ducha.

Jose Miguel Grillo Martin (1932)

Deslicé el dorso de la mano sobre el espejo empañado. Por unos segundos logré ver mi rostro reflejado en la despejada franja vertical. El exceso de condensación creaba gotas de agua que corrían como diminutos ríos a intervalos por la lisa superficie hasta llegar al borde inferior, allí se detenían por unos segundos hasta que se le agregaban otras. Vacilantes y temblorosas se desprendían cayendo al vacío hasta estrellarse contra el lavamanos de porcelana blanca. Como ellas, yo me detuve unos segundos, observando aquel otro yo en la cristalina y borrosa superficie. Buscaba fuerzas, valor. A medida que el vapor nublaba el espejo, la imagen de mi rostro se fue disipando en la sofocante niebla.
La voz de mi padre me sacó del letargo.
    − ¿Quién es?
− Soy yo, viejo. −Le respondí, intentando que mi voz no sonara quebrada por la emoción.
El cuarto de baño era pequeño. Su decoración revelaba el sencillo gusto de mi madre. Del toallero colgaban cuatro tollas blancas, sobrepuestas de mayor a menor. En las cuatro, bordadas con fino hilo color oro sobresalía la letra G. A la más pequeña, un lazo de cinta, azul como las lozas de las paredes, le creaba una especie de cintura textil. Sobre la blanca tapa de la taza del inodoro, una muñeca, con la falda de su vestido tejido a mano cubría un rollo de papel higiénico de repuesto. Un ramillete de girasoles pintados adornaban el pequeño cesto de mimbre. Tres cuadros de temas marinos colgaban de las sudorosas paredes. Sobre el mueble del lavamanos las prendas de vestir que usaría mi padre: un pulóver blanco, un calzoncillo y un pantalón de pijamas. En una esquina, su bastón de madera y sus pantuflas. Todo envuelto en aquella densa nube de vapor.
¿Cuándo llegaste?
    − Hace unos minutos.

    − ¿Qué tal el viaje?

    − ¡Bien, sin contratiempos!

Detrás del cristal nevado de la ducha divisé su silueta desnuda. Aquel otrora hombre robusto, ágil, era un anciano frágil, enfermo. Dos cosas aún le acompañaban, su estatura y toda su entereza. Era una mañana de sábado, yo había realizado el acostumbrado viaje de una hora Miami-West Palm Beach para visitarlo y pasar con él, el  fin de semana.
 
 ¿Cómo te sientes, viejo?

    -- Me siento bien.
Su respuesta nunca variaba, nunca varió. Minutos antes, mi madre ahogada en llanto me había dicho todo lo contrario.

    − No se queja, pero no está bien. Yo sé que tiene mucho dolor.
Cuando deslizó la puerta de la ducha y asomó la cabeza, para saludarme formalmente con un estrechón de mano, yo ya me había despojado de la camisa y procedía a quitarme los pantalones.

    − ¿Que tú haces? Preguntó con tono y cara de pocos amigos.

    − ¿No me ves? Me estoy quitando la ropa. Voy a bañarme contigo.

    − ¡Mire muchacho, carajo! −Contestó como para persuadirme de mis intenciones.
Apenas lo dejé terminar la frase y ya me encontraba junto a él, intentando aclimatar mi cuerpo al agua caliente.

− ¿Muchacho, tú estás loco? Me dijo, pretendiendo aparentar enfado. Pero en su rostro, en el brillo de sus ojos, advertí más que asombro o contrariedad, una media sonrisa de satisfacción y felicidad infinita.
− ¿Viejo, cuántos años hace que tú y yo no nos bañamos juntos? –Pregunté, con la voz algo quebrada.

    −No sé hijo, hace mucho.
Y era cierto. Hacía mucho tiempo que mi padre y yo no nos bañábamos juntos. Un ritual diario de mis años de infancia, donde aprendí desde el aseo personal, hasta el arte de adherir la vieja y delgada pastilla de jabón a la nueva, abolido por el advenimiento de los años de pubertad y tabú machista, se repetía ahora cuando ambos éramos adultos. Yo, un joven de veintiséis años, comenzando a vivir. El, un hombre de setenta y cuatro años en el ocaso de su vida, batallando contra un cáncer en fase terminal.

No logro precisar el tiempo que estuvimos allí, no sé de dónde saqué fuerzas para hablar de tantas cosas. Le señalé el buen ejemplo que él había sido para mí. Lo orgulloso que me sentía de tenerlo como padre. Le agradecí tantas enseñanzas y el sacrificio de abandonar con 62 años su país natal, para que yo no fuera víctima de un régimen totalitario.
 − Te quiero mucho, viejo. −Le dije a duras penas. Ocultando sollozos, le besé la empapada frente.
 − Y yo a ti, mi hijo. Me contestó sin perder la compostura.

Mi padre y mi primer hijo Alejandro Grillo.
 
Mi madre me lo corroboró cuando llamó por teléfono la noche del domingo para saber cómo habíamos hecho el viaje de regreso.
 − Hace mucho no veía a tu padre tan feliz, tuvo un fin de semana espectacular. Gracias, hijo.
Unos días después, el 4 de noviembre de 1983, volví a besar la frente de José Miguel Grillo Martin. Apacible, despojado de dolor y sufrimientos, amortajado.
Hoy se cumplen treinta largos años de su partida física. De aquel último beso. Aun me acompañan su amor y su ejemplo. Y el placentero recuerdo de aquella última ducha que nos dimos juntos.
Nunca he permitido la imposición de héroes, los míos los escojo yo y mi padre fue y aun hoy sigue siendo mi gran héroe.
Te quiero viejo

Wednesday, October 30, 2013

Acere, déjame vivir.


Las puertas de cristal se abrieron y el contraste entre el ambiente climatizado en la recepción del hotel Habana Libre y el verano habanero lo percibimos como una bofetada de aire caliente en el rostro.
El regocijo de dos pasajes Habana/Santo Domingo recién adquiridos en el mostrador de Cubana de Aviación se incineró con el sofocante sol del mediodía. El olor a chapapote y combustible proveniente de la calle hacia la respiración densa, dificultosa. El ir y venir de transeúntes con la mirada pérdida en un horizonte de preocupaciones y asuntos por resolver, y algún furtivo vendedor callejero, nos separaba de la puerta del hotel y el auto rentado, aparcado a media cuadra.

Llevaba cuatro días en Cuba y solo pensaba en irme. El motivo de mi visita se resumía en aquellos dos sobres de membrete azul que contenían los pasajes aéreos. Uno para mi primo Pepe Grillo y otro para mí. No lo sabíamos entonces, pero nos aguardaban grandes retos, la fundación de una empresa agrícola y diez años de convivencias inolvidables en Republica Dominicana.
Apenas habíamos avanzado diez pasos en dirección a nuestro auto, cuando se nos abalanzó un joven negro, alto, desgarbado y de aspecto dudoso. Yo lo había detectado al hacer un “paneo” visual de los alrededores, costumbre que le debo mas a mi origen campesino, que a la lectura de algún manual de contrainteligencia urbana. El individuo no traía buenas noticias, pero si buenas intenciones.

−Puro, usted tiene el carro ponchao. –Nos dijo mientras caminaba a nuestro lado.
−Pero no se preocupe, que yo le resuelvo.

Y efectivamente, el auto tenía el neumático trasero del lado de conductor en estado asmático.
− Ábrame el maletero y déjeme esto a mí, no se me vaya a ensuciar esa coba doctor. No tiene que pagarme, si quiere regáleme algo. −Me dijo sonriente.

− ¡Doctor, esos zapatos tienen que costar un cojón de fulas!
Si su gentileza me dejo atónito, su habilidad para sacar el repuesto, el gato, desmontar la goma “pinchada” y comenzar a montar la nueva, me dejo con la duda de si mi voluntarioso asistente no había sido en el pasado, miembro de la escudería de un piloto profesional en Daytona 500.

No solo observé su destreza. Observé también sus manos y antebrazos sucios, los pantalones percudidos y aquel trapito manchado de grasa, que se mecía colgado del bolsillo trasero de su pantalón. Cuando apretaba la última tuerca, me le acerque por la espalda. Puse mi mano sobre su clavícula derecha y apreté con fuerza, empujando hacia abajo hasta que pego el culo en el pavimento. No lo deje hablar, me acerque a su oreja izquierda y sintiendo el olor a mugre y sudor rancio le dije:
−Socio, yo tengo más millas que tú. No me gusta que me jodan y mucho menos que me cojan de pendejo.

El joven se puso blanco. Intento decir algo. Deje caer todo mi peso sobre su cuerpo doblado. Fue entonces que pego la frente a la goma recién instalada y en un murmuro ahogado por los bullicios de La Habana, me dijo:
−Acere, déjame vivir, déjame vivir. La cosa esta mala, no tengo trabajo ni forma de buscármela. La goma no está ponchada, solo le falta aire. Allí abajo hay una gasolinera, dile a Papito que le ponga aire.

Lo deje incorporarse. Era un manojo de nervios. Con el sucio trapito se frotaba las manos torpemente. La cabeza baja, esquivando mi mirada. Mire su piel oscura, curtida por los avatares de la vida. Sus uñas impregnadas de grasa y residuos de caucho, el pelo enmarañado y mal atendido. Pensé en las dificultades que aquel personaje y su familia enfrentaban todos los días, para poder sobrevivir. Pensé en las dificultades que yo mismo había enfrentado. Pensé el abismo que existía entre mis posibilidades y las suyas. ! Pensé en tantas cosas!  
−Perdóneme, perdóneme. Repitió dos veces como un autómata.

Fue entonces que La Habana toda se me vino encima. No sé si hice bien, no sé si hice mal. Saque mi cartera y de ella extraje dos billetes de veinte dólares. Con la mano extendida, tuve que insistir tres veces. Al fin los tomó, los enrolló en aquel trapo y se los metió en el bolsillo.
No sé, que pensaron los transeúntes aquella calurosa tarde de julio, al ver aquellos dos hombres abrazados en la acera frente al hotel Habana Libre. Ni me importó.

Tuesday, October 29, 2013

El libro de Kika.


“Un ángel choco con la ventana”. Es la última entrega de la escritora cubana Ana Kika López. Lo acabo de leer y me ha dejado ese sentimiento que deja la buena lectura. Lleno de poesía, el libro nos cautiva y nos va llevando por un mundo lleno de fantasías y realidades. Lo humano se mezcla con lo divino en una trama donde la pureza de un monje se mezcla con la crueldad de un crimen.

A Kiam, un ángel novato le es encomendada la tarea de cuidar a un monje nombrado Petrus. Así comienza esta maravilla en letras. Veamos en la página 102 en “Comienzan las entrevistas” la descripción del monte visto por Petrus. Dejemos que sea la propia Kika quien nos lo narre.
“Petrus clavo el verde de sus ojos en las montañas que rodeaban el monasterio. Los llenó de ocre y bronces manchados de mostaza. Sobre el pico de las lomas se perfilaba un teclado de de troncos a trasluz, cual erizada espina dorsal de un dinosaurio. La tarde se partió en pedazos detrás del ramaje, celosía con azulejos de cielo. Al otoño le crecía un invierno de gajos ennegrecidos, y la floresta, ya desnuda, incendiada de llamas frías, se fue tornando rojiza, para luego amansarse en violeta al aparecer la luna. Espejo de sombras, el arroyo se restregaba con las raíces sedientas asomadas a sus costados, dejando olor a tierra esparcido por el monte. El bosque tiro su traje de hojas abandonado en el viento que lo arrastró por el suelo, lo empujo cuesta abajo y lo hizo naufragar en la laguna como barco vegetal enganchado en las astas de los siervos.”
Si esto no es poesia y un orgasmo literario, que venga el propio Dios de la literatura y me lo niegue.


Conocí a Ana Kika López el 12 de marzo de 2012 en el Miami Dade College en la clase de Creación y Composición Literaria impartidas por el profesor Daniel Fernández. Éramos siete alumnos: Fidias, Leda, dos Marías, Maña, Kika y yo.

Aquella compañera de clase me llamó rápidamente la atención. De baja estatura, impecablemente vestida, mente ágil y gran sentido del humor. Sus conocimientos de gramática y literatura me dejaros claro que no estaba ante una mediocre. Si lo anterior fuese poco, tuvo un detalle, la gentileza de regalarme un libro escrito por ella.
Después supe que Kika nació en Chaparra, un central azucarero localizado en la provincia de Oriente, Cuba. Graduada con un doctorado en filosofía en la de Universidad de La Habana, estudio pintura en la prestigiosa escuela de San Alejandro. Escapo de Cuba en 1964 vía México y cruzó en balsa el rio Bravo. ¿Interesante, verdad?
A publicado cinco obras: “Nuestra Familia” (2002), “Tiempo Mágico” (2005), “Crónicas de un viaje a Cuba” (2006), “El Hermafrodita” (2011) y “Escrituras” (2011). Su sexta obra, “Un ángel choco con la ventana”, está a la venta en Amazon y será oficialmente presentada el sábado 11 de enero a las 2 PM en la Biblioteca Pública localizada en Coral Way y la 94 Ave.
Allí nos vemos.

Wednesday, October 16, 2013

Los siete retratos de Julia.


Siempre estuvo allí. Multiplicada, repetida siete veces. Las mismas siete veces en los siete idénticos retratos en las siete casas de sus hermanos. El mismo marco de madera, el mismo corte de pelo, el mismo vestido, los mismos zapatos, el mismo abanico, sentada en el mismo banco y en la misma pose. El semblante serio, la mirada perdida, detenida en la tercera década del siglo veinte. El mismo florero de cristal, en forma de cuerno, sostenido por un clavo a la pared de tablas sedientas de pintura. Las mismas flores, blancas, silvestres, marchitas, mudo ritual de difuntos.
Quedaban el baúl, su baúl, cerrado con llave y aquellos siete retratos en blanco y negro desde donde, joven y bella, parecía escudriñar el presente. Quedaba además el misterio, un manto oscuro en forma de secreto que guardaba la familia custodiado por los enmohecidos candados del tiempo y del silencio. Eso era todo lo que quedaba de ella.
Apenas tuve tiempo de leer el formulario amarillento, escrito con exquisita letra cursiva, guardado con celo en una gaveta del buró de mi padre.
Dirección de Medicina Forense
Departamento de Patología
Colón, Matanzas, Cuba 
Fecha: 21 de junio de 1936
Autopsia # 1228
Nombre: Julia Grillo Martín
Edad: 28 años
Sexo: Femenino
Ocupación: Hogar
Muerte: Suicidio
Descubrimientos:
Traumatismo cráneo encefálico, producido por herida de bala. Punto de penetración hueso esfenoide derecho con salida al parietal izquierdo. Estado de gestación de diez a doce semanas.  

Mi padre me lo arrebató. Con aquel papel temblándole en las manos lo vi llorar por primera vez, –- Julia era mi hermana, tenía solo veintiocho años.
Cuando el denso silencio de la siesta y el sopor del mediodía inundaban nuestra casa, mi imaginación infantil reconstruía los hechos y animaba su retrato. La veía sudar copiosamente, con el abanico de diseño taurino intentaba mitigar el calor detrás del cristal. Se incorporaba del banco, alisaba con sus manos el elegante vestido y como en una película vista al revés, retrocedía en las imágenes. Del cuadro iba hasta el comedor, se sentaba a la mesa, con la mirada perdida en un horizonte de penas. Tomaba el revólver y se lo llevaba a la sien, primero su cabeza se estremecía, sonaba después el disparo, seguido de la acción de apretar el gatillo, caía entonces de bruces sobre la mesa y un inmenso charco de sangre empapaba el mantel y goteaba incesantemente en el piso de cemento pulido.
Años después supe que el baúl contenía su vestido de novia. Supe también que, seducida y abandonada, Julia lavó con sangre su honra y la honra de la familia.
Siempre estuvo allí. Multiplicada, repetida siete veces. Las mismas siete veces en los siete idénticos cuadros de las siete casas de sus hermanos. El mismo marco de madera, el mismo corte de pelo, el mismo vestido, los mismos zapatos, el mismo abanico, sentada en el mismo banco y en la misma pose.
Siempre tuvo veintiocho años. 

Tuesday, September 24, 2013

Cámaras y malos negocios.


El 18 de agosto a las 7:47 PM conduciendo rumbo norte por Le Jeune Rd, atravesé la intersección de la calle 14 del Noroeste, cometiendo una infracción. La luz cambio de amarilla a roja, cuando mi vehículo aun tenía los neumáticos delanteros sobre la franja peatonal del lado sur. O sea, me lleve la luz roja. Las famosas camaritas entraron es acción. Recuerdo el flash, que como un relámpago ilumino el interior del auto en la oscuridad de la tarde. No tardó en llegar vía correo, una notificación de la Ciudad de Miami donde están todos los detalles de los hechos acaecidos en aquel momento. Tres fotos muestran mi auto entrando y pasando la intercepción con la luz en rojo. Una dirección de internet permite ver el video.

No es mi intención debatir la acusación. Soy culpable. Las razones por las cuales escribo esta nota son dos detalles que me llamaron poderosamente la atención y me enojaron enormemente.

Primero: la abusiva cantidad de $158.00 que para cualquier conductor es la mitad del salario de una semana. Entiendo que la posición económica de los funcionarios, desde el alcalde hasta el último comisionado que aprobaron la ley para instalar las camaritas, les permite pagar una multa como esta sin dañar el presupuesto familiar. Pero el resto de los residentes de Miami no somos ni alcaldes ni comisionados.

Segundo: cuál sería mi sorpresa al comprobar que la dirección donde tengo que remitir el pago, es un apartado postal en la ciudad de Cincinnati, Ohio.

O sea, los empleados que ganan salarios por procesar el cobro de estas infracciones, no son residentes de la ciudad de Miami. Nuestro dinero va a crear empleos en otra ciudad.

¿Quién aprobó esta medida? ¿Quién estructuró este mal negocio?

Me gustaría por este medio hacerle llegar al alcalde Tomas Regalado y a todos los comisionados de Miami mi más enérgica protesta en nombre de los residentes de la ciudad. Tomas enterate: el dinero que disponemos para sufragar este mal negocio y este robo en forma de multa no nos fue regalado.

Thursday, September 19, 2013

¿Mi primer amor?


La primera vez que la vi, estaba sentada en el portal de su casa. Mi madre me llevaba de la mano. Fije mi vista en aquella carita y no la deje de mirar a pesar de los tropezones y las insistencias de mi madre. – Mira por donde caminas mijo --. Después supe que se llamaba Teresita y que a su madre le decían Nenona.  Vivian frente al cine del Central Mercedes, al lado de la guarapera de Ito Cardona en una casa de madera.
Acompañada de su hermana mayor un día apareció en mi feudo. Con la habilidad de un gato, trepé los gajos de las mejores matas de guayaba y puse en sus manos aquellos tesoros olorosos, verdes y redondos. Le mostré mi campamento debajo de la mata de limones. Mis armas, con las que derrotaba todos los ejércitos. Y la deje montar mi mejor caballo. Trueno, había sido domado por Joaquín Pino un cojo que con habiles manos, fue quien convirtió un viejo cabo de guataca en mi más preciado corcel.
De la cocina de mi madre robe para ella suculentos y recién confeccionados chibiricos. Los traje hasta la esquina del portal donde nos sentamos a charlar de esas cosas que charlan los niños. Fue en ese instante que mi hermana tomo esta foto que apareció ayer entre los recuerdos del pasado.         

Wednesday, August 28, 2013

¿A quién le importa tu vida?


Hay canciones y hay canciones. Parece una redundancia, pero no lo es. Albita Rodríguez es una de mis cantantes favoritas. La descubrimos hace muchos años, recién llegada de México en el restaurante Centro Vasco. El pasado sábado 24 de agosto, Rebeca y yo asistimos, en unión de nuestros amigos Clara y Tristán Cuadrado a su presentación en el club Hoy Como Ayer. Albita dejo el alma sobre el escenario. Presenciamos la entrega total de una artista segura de sí misma y conocedora del medio. Esa noche estreno la canción, A quien le importa y conto que formaba parte de su nuevo disco. La canto de una forma desgarradora, dejando a los allí presente con ese salto en el pecho, con ese sentimiento de haber presenciado un acto de magia en forma de interpretación.

Vivimos en una sociedad variopinta en todos los aspectos. Los tiempos cambian y el hecho de haber crecido en sociedades racistas y machistas, a veces nos dificulta la habilidad al lidiar con algunos temas que aun se consideran escabrosos. Hay quienes prefieren hacerse de la vista gorda, o aun peor, barrer lo que consideran polvo debajo de la alfombra. Ninguna de estas dos opciones cambiara absolutamente nada en la vida. Las cosas son como son y punto. Por estas razones y otras considero que aun hoy se necesita tener tremendo par de ovarios para cantar una canción como esta. Y Albita los tiene.

Después del show, bien entrada la madrugada fuimos a visitarla al camerino. Allí estaba, exhausta, con los pies en alto, pues le dolían. – Gracias por venir. Nos dijo. –No, gracias a ti por tu arte. Le conteste. Y añadí: - No olvides nunca que tu eres más, mucho más, que una mujer que canta. Hoy quiero desearle toda la dicha del mundo, profesarle mi admiración y además rendirle este pequeño tributo a ella y a todos aquellos entrañables amigos y amigas a quienes quiero y respeto sin importarme sus preferencias. Y decirles como nos dice Albita: Yo no soy quien para juzgar o condenarte. Y además: ¿A quién le importa tu vida?  

Monday, August 12, 2013

No copiaras.


.


Lo vi en una tarde extraer tesoros de las entrañas de la arena. Armado solo con un detector de metales y una pala caminaba por la fina arena y anillos, cadenas y pulsos aparecían como por arte de magia. Esto es fácil de hacer, pensé. El sábado, después de una visita a una tienda especializada, me hice de la parafernalia necesaria para esta nueva aventura. Después  de un largo día y una insolación de primer grado, mi botín consiste en 3 libras de las más disímiles y pintorescas chapas de botellas. He tomado la decisión de elevar una enérgica propuesta a las autoridades correspondientes, para añadir un nuevo mandamiento: No copiaras.

Thursday, August 8, 2013

Nicolás Piloto reencarnado.

 
-- Pueblo amarillento, aquí con mi camisa de colorines. Con estas palabras comenzó Nicolás Piloto el discurso que a pesar de los años transcurridos aun recuerdan sus coterráneos del Central Mercedes. Se celebraba en el cercano pueblo de Amarillas un acto por el primer aniversario de la creación de la Asociación Nacional de Agricultores Pequeños (ANAP). Nicolás por ocupar un alto puesto en aquella organización, había sido invitado a participar como orador.
Delgado, alto, piel color de ébano, (perdón, color de ébano era Celia Cruz, Kid Chocolate y Bola de Nieve, Nicolás era color chapapote) había sido colono del Central Mercedes hasta el triunfo de la revolución. Aquel colono, simpatizante de Batista, se volvió de la noche del 31 de diciembre de 1958, a la mañana del primero de enero del 1959 en un furibundo castrista. Cualquier similitud con millones de cubanos vivos, o muy vivos, no es pura coincidencia.
 

Eufórico, con su camisa “de colorines” empapada de sudor, Nicolás prosiguió su elocución: -- Vengo representando el pequeño agricultivo y no al colonato. - Dijo -  Sofocada por el caluroso verano, castigada por el contenido y calidad de aquel discurso, la multitud se movía incomoda. Piloto, enardecido gesticulaba desde la tribuna. En el momento cumbre, en el éxtasis de su embriaguez popular prometió: -- Entre Amarilla y Calimete vamos a construir un puente. Alguien del grupo que lo acompañaba en el pódium le aclaro en voz baja: -- Nicolás, entre Amarilla y Calimete no hay río.     – No “inpota” lo “hacemo” también y le “echamo” agua con la bomba de Tito. Se refería a Tito, su hijo que manejaba el camión de bomberos del Central Mercedes.
Ha pasado medio siglo de aquel pintoresco hecho. Aquel fue solo en comienzo de una práctica llevada a cabo no solo por Nicolás Piloto. Otros oradores se han encargado de prometerle al pueblo cubano mucho más que puentes y ríos a lo largo de estos cincuenta años.

Yo, que no creo en la reencarnación, he llegado a la conclusión que Nicolás Piloto ha reencarnado. Eso sí, piel más clara, mas corpulento, la misma estatura, el mismo contenido encefálico y hasta el mismo nombre. Solo que ahora no preside una organización gubernamental para engañar y explotar campesinos. Ahora preside un país petrolero.


Thursday, July 18, 2013

¿Obsoleto?


El sofocante mes de Julio de 1967, amenazaba con achicharrarnos a todos. La escuela José Abrines del Central Mercedes de mi adolescencia había cerrado sus puertas y los muchachos disfrutábamos las vacaciones de verano. Blancos y negros participábamos en diferentes actividades, espontáneas todas ellas, que incluían diferentes juegos y deportes. El beisbol era uno de los favoritos. Cuando la tarde atenuaba el castigo de los rayos solares, no reuníamos en el campo de pelota y formábamos dos equipos para disputar aquellos inolvidables juegos manigüeros donde se veía de todo. Pelotas cubiertas con cinta eléctrica, viejos guantes y bates, algunos confeccionados de forma artesanal. Las vicisitudes y el lamentable estado de los equipos no le restaban al entusiasmo de los participantes.

Los juegos se fueron haciendo habituales y algunos no tan jovencitos comenzaron a organizar y a formar parte de los equipos. Era normal picharle a un raquítico compañero de colegio, como también a un estibador de azúcar obrero del central con seis pies y doscientas libras de peso. En pocos días solo los mejores jugadores adolecentes podían jugar, pues los adultos se adueñaron del terreno y los desafíos tomaron seriedad al incorporársele interés adicional con apuestas de dinero. Un mal fildeo, poncharse o lanzar una mala bola, era poner prácticamente la vida en peligro. Escribirlo hoy, puede parecer una exageración, pero allí lo comprobamos una tarde.
Lazaro Perez e Ibrain Hernandez eran dos de los asiduos adultos que integraban equipos contrarios. Lazaro mulato de poca estatura y falto de fibra era hijo de Lazaro Herman Perez y tenía fama de guapetón. Ibrain era robusto, alto, algo entretenido y bobalicón, era hijo de Señita y lo apodabamos Palomo. La rivalidad entre ambos era manifiesta y una tarde a razón de una apretada jugada en home la discusión sobre si el hombre era out a quieto tomo ribetes trágicos y llegaron a la agresión física. Palomo dejo a Lazaro tendido en el suelo, al propinarle un trompón de campeonato. Este se incorporó y los compañeros de equipo allí presente lo exhortábamos a seguir la pelea. – Reviéntalo Palomo. – Mátalo Lazaro. Eran algunos de los gritos que se oían. – Si eres hombre espérame aquí  - Dijo Lazaro algo aturdido y desapareció.

El juego continuo y el incidente fue olvidado. Hasta que vimos a Lazaro aparecer por tercera base revolver en mano. Con el cañón de aquel “obsoleto” y oxidado Vizcaíno (un cachimbo de la guerra de independencia) hizo una raya en la tierra justo en el área del short stop y le grito a Palomo: – Si tienes cojones, pasa esta raya. Palomo, resuelto avanzó hacia su enemigo mientras cantaba un estribillo al que todos le hicimos coro: - Ese revólver no tira, ese revólver no tira. El PUM, la humareda y el olor a pólvora nos dejó a todos de un solo color, blancos, y sin aliento. En el suelo, Palomo se retorcía con las manos en la cara de donde sangraba profusamente. Lazaro salto la cerca del center field y desapareció. Los que lo asistieron (yo, antes que se disipara la humareda estaba en casa, bañado y en piyamas) cuentan que entre bates guantes y pelotas estaban esparcidos los  dientes de Palomo. El proyectil le entró por la boca le destrozó la mandíbula y le salió por el cachete.  Asistido en el Hospital de Colón, Palomo se salvó. Hablaba estropajosamente, no recuperó los dientes y la lentitud mental se le acrecentó. Desde entonces y para siempre fue meritorio del apodo: Palomo come bala.
No olvide jamás las alegaciones del padre de Lazaro: “el  revolver era una pieza obsoleta y para defensa personal”. 

La declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, que indica que el barco detenido en Panamá contenía: “240 toneladas métricas de armamento defensivo obsoleto” me ha recordado este hecho del cual fui testigo siendo niño.     

Saturday, June 8, 2013

En las mejores familias.

Mi Papa.

Mi Mama.

Yo.
Y claro, el vecino del potrero de al lado.

Por favor, no sean mal pensados. 

Thursday, May 30, 2013

El secreto está en saber escoger.


Hace unos días publique en Facebook una foto tomada en mi baño. La foto muestra dos rollos, uno de papel higiénico y el otro de alambre de púas. La foto ha sido reproducida en diversos sitios. La titulé: El secreto está en saber escoger.
Otra foto aparecida en mi muro de Facebook muestra una calle de la ciudad dominicana La Vega que me es muy familiar y muy querida. La foto fue motivo de críticas porque un pequeño letrero de “Pare” cuelga a cuatro metros de altura en un cable telefónico. Aunque pequeño el letrero no deja de tener un mensaje político. Mire la foto con detenimiento. La calle y las aceras están pulcramente limpias, las casas cuidadas con ese esmero de las amas de casa dominicanas.
Recordé otra foto que hace unos días publique con dolor en mi muro. Es una foto actual de la calle principal de mi pueblo natal el Central Mercedes (6 de Agosto) Matanzas, Cuba. Batey de un central azucarero que en sus tiempos de gloria no tenía nada que envidiarle a La Vega, sus calles asfaltadas y su Parque Central eran una obra de arte y un monumento al buen gusto y la limpieza.
Tengo algunos amigos dominicanos que aun viven embriagados por el “candor” que la vitrina de la revolución cubana brinda al mundo y por la imagen de Fidel Castro. Sin detenerse a reparar en el daño que su dictadura y su sistema le han hecho a la nación cubana por más de medio siglo. Reconozco que están en su derecho. Reconozco también que es muy fácil hacerlo desde una limpia calle de La Vega y no desde el charco pestilente en que Fidel y la revolución han convertido a Mercedes. Ellos saben muy bien escoger donde vivir. Como sabrían también en caso de visitar mi casa y mi baño, cual rollo escoger al terminar sus necesidades fisiológicas.