Monday, March 19, 2018

A Leonardo Padura.






Pensé titular este artículo, En defensa de Leonardo Padura, pero descubrí que su contenido distaba mucho de ser una defensa. ¿Por qué? Veamos. Primero quiero ser justo, quiero ser honesto, porque imparcial sé que no podré ser. Recientemente una comparecencia de Padura en el programa Otra vuelta a la tuerka (así con K) que conduce Pablo Iglesias ha generado cierto resquemor entre sus conciudadanos. Oí y leí los artículos y los comentarios. Algunos amigos me los enviaron privadamente, y quise corroborar por mi mismo de que se trataba. Tuve que ver la entrevista completa. De ahí proviene el cambio de titulo.

Empiezo por reconocer que Padura no necesita que yo lo defienda, prosigo por reiterar que si es cierto que en la entrevista expresa cosas con las que yo estoy totalmente en desacuerdo, comenzando con la entrevista misma, porque señores, le ronca el mango que Leonardo le conceda una entrevista al Pablo ese. Ah pero si lo pensamos bien, Padura está en todo su derecho, al menos yo no soy nadie para decirle con quien o con quien no sostener una entrevista. De la misma manera que nadie puede coartarme el derecho de decirle a Padura lo que siento y lo que creo.
 
Los titulares señalan, de manera crítica, sus opiniones sobre la guerra de Angola. Pero increíblemente no señalan sus declaraciones sobre muchas otras cosas. Su feliz niñez, su recuerdo de niño de un doctor negro y un barrendero blanco en su barrio, anécdota que desde mi punto de vista, desdice la propaganda fidelista sobre educación y otras cosas. Su mención del quinquenio gris, “decenio negro” le llamó y de cómo se censuró a Lezama Lima, Virgilio Piñera y tantos otros. De cómo los libros de Guillermo Cabrera Infante no se publicaban, de la represión contra los homosexuales. Habla de cómo la “planificación socialista” le tronchó su carrera periodística. De cómo hasta el 2011 un cubano no podía hospedarse en un hotel, comprar o vender un auto o una residencia.   

La entrevista es larga y tiene varias aristas. Cuando Pablo le dice, “te voy a preguntar pero es muy difícil concretar esta pregunta, ¿Cómo era el ambiente en Cuba para ser escritor y periodista en los años ochenta?” Padura le contesta, "Si a ti te parece que es difícil hacer la pregunta te podrás imaginar la respuesta como puede ser.” Más adelante confiesa su ignorancia hasta finales de los ochenta, debido a la censura del régimen, sobre Trosky y su asesino Ramón Mercader.  
 
Respecto al tema de la Guerra de Angola Padura dijo, “no se puede comparar con Vietnam porque no se puede comparar una derrota con una victoria” ahí creo tiene razón. Donde nuestro laureado escritor mete la pata es cuando afirma, “la cifra de muertos cubanos en Angola es ridículamente baja”. ¿Baja en qué sentido? Lamento mucho tener que aclararle al Señor de Mantilla que utilizando las cifras del gobierno cubano, Cuba con 9 millones de habitantes perdió 2,650 soldados en la guerra de Angola y Estados Unidos con 200 millones de habitantes perdió 58 mil soldados en la guerra de Vietnam. La caprichosa e irresponsable forma de Fidel Castro de alimentar su ego y de pagar la ayuda recibida de la Unión Soviética hacen que la pequeña nación caribeña perdiese más hombres porcentualmente (soldados/habitantes) en Angola, que los Estados Unidos en Vietnam. Cuba 294.44 soldados por cada millón de habitantes. Estados Unidos 290 soldados por cada millón de habitantes”. Ya ve usted Padura como un hecho pueden ser visto de distintas formas.
Una realidad. Los cubanos que consideramos el régimen castrista la más totalitaria y represiva dictadura sufrida por la Nación cubana quisiéramos ver a un Padura enérgico en su denuncia, sin detenernos a pensar que él es un producto del sistema, aún vive bajo su pesado manto. Que incluso puede sentir simpatías por él. Esto último prefiero seguir dudandolo.
 
Debido a la guerra de Angola Padura padece, según cuenta él, “un trauma acústico irreversible”. Aprovecho para informarle que padece también una enfermedad muy popular entre los cubanos, “apendijitis aguda” la cual nunca se cura del todo y suele reflejarse notablemente en aquellos que aún mantienen residencia en la Isla y siguen al alcance de los caprichos del régimen. Yo no soy capaz de acusarlo por eso, ni a él ni a nadie. No estamos en igualdad de condiciones. Yo no vivo en Cuba.
 
Seguiré leyendo sus libros. Seguiré conservando la pelota firmada por Nolan Ryan con una nota personal dedicada a él, para entregársela algún día. De algún modo tenemos algunas cosas en común, la pasión por el beisbol, por las escrituras y los mismos victimarios.