Monday, October 23, 2017

NO HAY PEOR SORDO, QUE EL QUE NO PUEDE OIR.


En las relaciones, no hay peor sordo que el que no puede oír.
 

Todos, absolutamente todos los intentos por parte de presidentes norteamericanos de restablecer relaciones diplomáticas con el gobierno de los hermanos Castro han terminado en rotundos fracasos. A pesar de condenar reiteradamente el embargo y exigir su fín, no es necesario ser un politólogo, un sencillo análisis usando el sentido común hace que lleguemos a la conclusión de que ha sido y es precisamente el gobierno castrista el principal impedimento para unas relaciones normales entre ambos países. Si algo tuvo siempre muy claro Fidel Castro fue que el peligro de una relación amigable era mayor al beneficio que esta pudiera brindar. Un enemigo externo le proveía el aislamiento y la excusa perfecta para machacar aún más al pueblo cubano.  

 

Analicemos la historia.


Tres presidentes norteamericanos (demócratas todos) han realizado serios intentos para restablecer dichas relaciones.

 
Primer intento.


Lo realizó James Carter. Un hombre noble, serio y pacífico, que envió varios emisarios a entrevistarse con Fidel Castro con ese fin. Después de largas negociaciones, se logró abrir Secciones de Intereses en ambas capitales. Un gran paso sin lugar a dudas, ya que hasta entonces los trámites diplomáticos se realizaban, engorrosa y exclusivamente a través de la embajada suiza. En 1978 comenzaron los vuelos de la comunidad y los cubanos pudieron visitar a sus familiares en la Isla, algo que tenían prohibido desde el triunfo de la revolución. Todo marchaba bien, hasta que un incidente en la embajada del Perú, que no tenía correlacion alguna con los Estrados Unidos, fue aprovechado por Fidel Castro para crear la mayor crisis migratoria de la historia entre Cuba y Estados Unidos.

 
Conocido como el Éxodo del Mariel, por el nombre del puerto donde se originó, más de 120,000 refugiados cubanos arribaron a las costas de la Florida en un período de tres meses en el año 1980. Entre ellos, enfermos mentales y connotados criminales sacados de las cárceles por el gobierno castrista y puestos en las cubiertas de los barcos con destino a Estados Unidos. Este incidente puso fín al acercamiento y a la búsqueda de un acuerdo y terminó costándole la reelección a la presidencia a James Carter.

 

Segundo intento.


Esta vez, bajo la presidencia de Bill Clinton, en el cual es conocida, entre otras, la mediación del ganador del Premio Nobel de Literatura y amigo personal de Fidel, el colombiano Gabriel García Márquez. Este intento tuvo también un final abrupto. Tras una repentina protesta callejera antigubernamental acontecida en La Habana en el verano de 1994 y conocida como “El Maleconazo.” Mostrando una falta total de respeto por la seguridad de los ciudadanos, Fidel Castro declara que, “todo el que se quiera ir, que se vaya” obsequiándole a Bill Clinton la segunda crisis migratoria conocida como la Crisis de los Balseros. Fue necesario habilitar la base Naval de Guantánamo para recibir y procesar a miles de cubanos que se lanzaron al mar, huyendo del paraíso castrista, aferrados a cualquier objeto flotante. La cifra de desaparecidos aún es inexacta. Este evento aumento las tensiones entre ambos gobiernos y Bill Clinton se vio obligado a cambiar su política. Dos años más tarde, el gobierno castrista derriba dos avionetas civiles del grupo Hermanos al Rescate en aguas internacionales, poniéndole fin definitivo a cualquier acercamiento.
 

Tercer intento.


Y llegó el tercer y último intento de la mano de Barack Obama. Con un Fidel Castro prácticamente cadáver, Obama el "gran pacificador" una suerte de biberón internacionalista, artífice de los peores y más desventajosos acuerdos jamás firmados por un presidente estadounidense y un Raúl Castro apresurado por lavar la enlodada cara de la dictadura heredada.


Las negociaciones se realizaron en extremo secreto, fueron largas y tortuosas. Hoy se conoce que comenzaron inmediatamente después que Barak Obama asumiera su cargo en el 2008. Dos años después, en agosto del 2010, sufren un peligroso revés al afirmar el enfermo dictador Fidel Castro (alejado del cargo pero no del poder) categóricamente que los cuatro espías cubanos encarcelados en Estados Unidos regresarían a Cuba antes de fin de año. Está claro que Fidel manejaba información sobre el progreso de las relaciones y se oponía a ellas desde un principio. Finalmente, cuatro años después de la aseveración del anciano dictador, el 17 de diciembre del 2014, Raúl Castro y Barack Obama declaran el reestablecimiento de las relaciones, un intercambio de prisioneros, que incluye los cuatro cubanos detenidos en Estados Unidos por espionaje, la apertura de embajadas en ambas capitales y algo insólito, la visita de Obama a La Habana, algo que no sucedía desde hacía 88 años.
 




Y llegó Obama a La Habana, el 20 de marzo del 2016. Los cubanos de a pie, habilidosos y astutos, sintieron una simpatía inmediata por el comportamiento fácil, desenfadado, libre del presidente estadounidense, quien tuvo incluso la osadía de participar en el programa humorístico de mayor “rating” de la televisión cubana, Vivir del Cuento. Ver a Obama jugar domino con Pánfilo fue algo novedoso para un pueblo acostumbrado a la rigurosidad y hosquedad de sus dirigentes. Por si lo anterior fuese poco, Obama pronunció en presencia de Raúl Castro un discurso pacífico y reconciliador, desde la perspectiva de una mentalidad de libertad y democracia, pero subversivo e incendiario desde la perspectiva de un régimen totalitario como el castrista. Obama fue a casa del trompo… y bailó.  

 



Ahí comenzó el problema. A Fidel Castro le dio un "yeyo" político que provocó la publicación ocho días después, el 28 de marzo, de una reflexión de su puño y letra bajo el título "El Hermano Obama" donde en vez de mirar al futuro promisorio de buenas relaciones, como recomendó Obama, se fijaba una y otra vez en el pasado y en los acontecimientos que dividen ambas naciones. Señalaba el enorme peligro y demostraba el gran temor que una relación amistosa con el vecino del norte le provocaba. Su eterno complejo de inferioridad, soberbia y prepotencia queda bordado con la siguiente frase, “no necesitamos que el imperio nos regale nada". Si esto fue lo publicado, solo podemos imaginar lo que le dijo a su hermano Raúl en privado. Un verdadero frenazo a los entusiastas de la reconciliación. El Órgano Oficial del Partido Comunista Cubano, el periódico Granma, no se quedó atrás, llegando a llamar al pacificador presidente norteamericano, "negro" en un artículo digno de un sainete solariego.

 


Podemos extendernos más, podemos hacer un análisis más profundo, pero no es necesario. Las pruebas están ahí, olvidadas convenientemente por algunos, pero recogidas por la historia. No se hizo esperar una campaña mediática por parte de los medios de prensa estatales y blogs oficialistas, con el tema, "cuidado, lo que no lograron por la fuerza lo intentarán ahora por las buenas."

 
Y entonces surge una nueva crisis. Más de una veintena de funcionarios estadounidenses laborando en las instalaciones de la Embajada norteamericana en La Habana comienzan a ser víctimas de una pérdida de audición. El caso es investigado, las víctimas son atendidas y se corrobora que en efecto algo está pasando. El gobierno norteamericano opta por tomar medidas preventivas hasta que se aclare el incidente. El gobierno de Raúl dice ser inocente y comienza una campaña de descredito a las aseveraciones del gobierno norteamericano.      

 
El periodista uruguayo Fernando Ravsberg, radicado y soportado milagrosamente por el gobierno en La Habana, conocedor de los oscuros laberintos del castrismo y de la historia aquí contada, no investigó, no entrevistó a nadie. Sin embargo en un arranque de trincherismo solidario se inventó la palabra "Maine Acústico" acusando, en más de seis artículos publicados en su blog al gobierno norteamericano de utilizar el caso del padecimiento auditivo que ha estado presentando el personal de la Embajada americana en La Habana como una excusa para romper relaciones. Como si poner a más de una veintena de diplomáticos norteamericanos de acuerdo para respaldar una mentira fuese fácil. Como si en dos ocasiones anteriores no fuesen los Castro los que pusieron oídos sordos a la reanudacion de relaciones.

 
En las últimas semanas, la CIA, terceros países y hasta los exiliados de Miami han sido acusados de perpetrar el ataque. Todos sospechosos, todos culpables, menos el gobierno que en todas las ocasiones anteriores ha saboteado las mismas.

 
¡Por favor! ¿No les parece a ustedes esto extraño? La realidad es que en los últimos días, las relaciones se enfrían y los ánimos se caldean. El personal en ambas embajadas ha sido reducido al mínimo. El gobierno de Raúl grita su inocencia y los americanos verdaderamente parecen estar sordos.
 

Nada que al mejor estilo de Julio Iglesias, la vida sigue igual.

Thursday, October 19, 2017

Los peligros de la tecnología.

Fernando me abre la puerta y una nube de aire gélido me empaña los lentes. Viste un jersey cuello de tortuga, pantalón y abrigo largo de lana y una bufanda que apenas le permite emitir palabras.   

− ¿Que pasa aquí Fernando? –pregunto asombrado−

−Nada, que a este jodido viejo le ha dado por decir que tiene calor. Cosas de la mente, Nilda no quiere contrariarlo y desde esta mañana vivimos en el puto Polo Norte. –Fernando se refiere a su suegro, Faustino, un anciano octogenario que sentado en un sofá con una ligera pijama, rojo como un pimiento, suda a choros y tiembla como un majarete.

− ¿Oye, no tendrá fiebre? –le pregunto con preocupación.−

− Mari Tere pasó por aquí y nos dijo que le quitáramos la ropa y lo refrescáramos. Además le hemos puesto el termómetro treinta veces y tiene la temperatura perfecta, 98.6 −

− ¿No estará malo el aparato?

− No jodas Miguel, el segundo que compramos y de última tecnología.

Me acerco y pongo la palma de la mano sobre la frente de Faustino. El viejo balbucea algo que en primera instancia creo que es referente a Fernando, “minuero” creo que dice.  Pero no, casi inaudible sin fuerzas me dice.

− Me muero.

− Tranquilo abuelito. Le digo al tembloroso anciano.

−A ver Fernando tráeme ese termómetro. –

Y se lo coloco debajo de la reseca lengua. Solo unos segundos el termómetro marca 105 grados Fahrenheit, el equivalente a más de 41 grados Celsius.

−Le tiene que haber subido ahora porque toda la mañana a tenido 98.6 y eso no son ni 37.

−Mira, llama al rescate y que lleven a Faustino a emergencias que esto no luce bien.

Así lo hacen. Estando en casa recibo la llamada de Fernando.

−Grillo, el viejo tiene neumonía doble. Por poco se jode.

− ¡Que se mejore pronto! Le respondo mientras paso de una yema del dedo a otra la cobertura de plástico transparente con los números 98.6f que cubría la pantallita del termómetro y que retire antes de introducírselo a Faustino en la boca.