Alan Gross declara que estando preso en Cuba lo amenazaron con sacarle las uñas. Una prueba más de que los comunistas no cumplen sus promesas. Terminaron sacándole los dientes.
Monday, November 30, 2015
Thursday, November 26, 2015
Agradecimiento a Rogelio Vega.
Mi querido
amigo Yeyo.
Como bien
sabes hoy es el día de Acción de Gracias o “Thanksgiving”. Quiero aprovecharlo, para agradecerte por algunas
cosas. Por haber sido la única cara conocida que vi a la salida del aeropuerto
de Barajas en aquel lejano Madrid de principios de la década del 70. Nunca olvidaré
el nudo en la garganta y el salto en el pecho que la incertidumbre de llegar a un
país lejano y extraño, sin un centavo en el bolsillo me provocaba. Mis padres y
yo, dependíamos de la remota posibilidad de que un telegrama enviado unos días antes
hubiese llegado, y de que tú, a quien conocíamos del Central Mercedes pero con
quien no teníamos una estrecha amistad previa, te apiadaras en recibirnos. Así,
salíamos los cubanos en aquellos tiempos de Cuba.
Pero fuiste
más, mucho más que una cara conocida. Nos recogiste y le brindaste al viejo
Miguel a Carmita y a mí, el pequeño apartamento que ocupabas con Julieta y tus
dos hijos en la calle José Camins. Allí, disfrutamos de la hospitalidad de
Julieta y vivimos hasta que recibimos la ayuda de mis tías de Miami y pudimos independizarnos.
Muchos años han pasado pero la impresión de seguridad que le brindaste al niño no
se le ha olvidado al hombre. Son muchos los detalles. Recuerdo también la solemnidad
y el respeto con el que tus hijos visitaron y trataron a mi Padre en sus días finales.
Esto último dice mucho, lo dice todo, de ti y de ellos.
Muchos se
doblan, se aflojan, a la hora de ser agradecidos. Yo no. Miro a mi derredor y reconozco
que lo que soy se lo debo al ejemplo y a la influencia de muchas personas. En
alguna ocasión he tratado de hablarte de esto, tú por modestia le restas
importancia. Yo lo recuerdo a menudo. He aprovechado un día tan señalado como hoy
para ponerlo en blanco y negro, para que se enteren los que me conocen. No lo
hago porque “honrar, honra” lo hago por “honor a quien honor merece.”
Gracias y
sepa que lo quiero.
Wednesday, October 28, 2015
#Todos Marchamos.
Siempre he
tenido un enorme respeto y admiración por aquellos que protestan y exigen sus
derechos dentro de Cuba. Desde el más notorio, hasta el más desconocido. Todos
ellos, tienen el valor de luchar por lo que creen, lo hacen pacíficamente y lo
hacen allí, al borde del abismo, pegaditos al peligro.
Expresarse
fuera de Cuba, abrigado por la constitución de un país de libertades, escribir,
en éste o en otro foro, como lo hago yo ahora, es fácil. No tengo dudas que
dentro de la disidencia, o la oposición, o como prefiera usted llamarle, no
todo es trigo limpio. Son igual que usted y yo, seres humanos, con sus
faltas, sus luces y sus tinieblas. Si a eso le añadimos el trabajo de los
servicios de inteligencia del régimen
tenebroso al que se enfrentan día a día, podemos tener una idea de lo difícil
que se hace su desempeño. Por esa y un gran número de razones, no seré yo el
que los cuestione, el que los acuse, el que los señale. Le dejo esa labor a
Seguridad del Estado y a los simpatizantes de la dictadura y a uno que otro
“iluminado” que no ve, o no quiere ver, la
existencia de un enemigo común y poderoso, experto en crear divisiones.
En estos
días se ha desatado una polémica por unas declaraciones de Eliecer Ávila sobre
el proyecto #Todos Marchamos. Ávila fue uno de los estudiantes que participaron
en un panel universitario en Cuba, donde Ricardo Alarcón hizo gala de una
estupidez aérea. Fue precisamente aquel acontecimiento el que le hizo a Eliecer
ganar notoriedad. Los que lo vimos poner a Alarcón en tres y dos, sentimos
simpatía por el joven estudiante. Otro joven que aprovechó el encuentro para cuestionar
a Alarcón sobre el funcionamiento del sistema electoral implementado en Cuba,
fue Rafael Hernández. Ambos fueron llevados posteriormente a La Habana, donde aclararon
ante las cámaras que sus declaraciones habían sido mal interpretadas y utilizadas
por los enemigos de la revolución... A
Rafael lo he visto en Facebook donde publica unos videítos dando su punto de
vista sobre un sin número de temas. A Eliecer lo acabo de ver diciendo que el
no marcha, en clara alusión a el proyecto que respalda a las Damas d Blanco.
Abstenerse
es su santo derecho, solo que su abstención vino acompañada de unas cuantas
acusaciones. Ahí es donde como decimos los guajiros, “la puerca tuerce el rabo”
al menos en mi caso. Lo que se hace fuera de Cuba contra la dictadura tiene repercusión
y vale. Pero nunca se puede igualar con lo que se hace dentro de la Isla. Es
por eso que esas damas que semana tras semanas salen a marchar silenciosamente con
las manos llenas de flores y el pecho lleno de valor, tienen todo mi respeto. No
dudo que junto a ellas, hombro con hombro, marche alguna infiltrada por los servicios
de seguridad de la tiranía. Es precisamente la importancia que este grupo de
mujeres tiene, lo que las hace víctimas de tantas conspiraciones y patrañas.
Hace mucho aprendí
a ser lo más prudente posible con el caso cubano. ¡He visto tantas cosas! Suelo
poner a algunos personajes en cuarentena y después en ochentena. Así, cuando
surja entre nosotros otra suerte de Edmundo García, no me sorprenderé. Es más, espantado
de todo me refugio en la crianza de vacas. Al menos aquí, tengo que lidiar con
un solo tipo de abono orgánico. Y si, yo respaldo a Todos Marchamos, aunque no sean
todos los que marchen.
Saturday, October 24, 2015
Rafael, Rey de La Habana.
Cuando Margarita Pereira, vecina de la finca La Esperanza, permutó su casa de techo de zinc y paredes de madera, por una localizada en centro del batey del Central Mercedes, (6 de Agosto) sus antiguos vecinos se preocuparon y no sin razón. La nueva propietaria y vecina del callejón donde todos convivíamos en armonía, era Chicha, una corpulenta mujer de la raza negra, con un extenso repertorio de peleas y conflictos, a la que sus antiguos vecinos del Central vieron partir con agrado.
Yo, un crío once años, visitaba con frecuencia la casa contigua a la nueva residencia de Chicha. Allí vivían Eloida y Román Mesa padres de Juan Carlos, mi compañero de juegos y fechorías. Juntos, espiábamos a la nueva vecina, la que invariablemente, al sorprendernos, nos espantaba con un rosario de blasfemias.
Fue Juan Carlos el que me avisó.
− Tienes que conocer a Rafael, el nieto de Chicha que llegó ayer de La Habana. Viene a pasar las vacaciones.
Y lo conocí. Rafael, era un mulatico de nuestra edad, espigado, atlético, resuelto, de aire distinto. Una gran diferencia se le notaba al visitante, residente capitalino, andando entre nosotros, un bando de guajiros semi salvajes. Pronto me convertí, o intente convertirme, en su instructor en asuntos campestres. Pero Rafael era hábil, muy hábil. Era además jactancioso, prepotente y guapetón. Nos hacía cuentos de sus hazañas habaneras y todos lo escuchábamos atentos, como cobras a su encantador. Nos trataba despectivamente, se burlaba de nuestro aspecto, de la forma en que hablábamos o caminábamos. Él era el mejor, pues vivía en La Habana. Lo cierto es que aprendía rápidamente, tenía facilidad y desenvolvimiento para casi todas las cosas. Una tarde de escapada al río, descubrimos que era un gran nadador. Era hábil en todo tipo de deportes. Pronto se convirtió en el jugador más codiciado a la hora de formar los equipos de pelota. En pocos días el recién llegado era el líder al que todos mis amigos querían seguir.
Si todo lo anterior fuese poco, las niñas del pueblo se derretían ante su presencia. Entre ellas Generosa Carrillo, una mulatica de largas trenzas, ojos avellanados y sonrisa fácil, cuya presencia me provocaba asma de enamorado. En el cine, en la guarapera de Ito Cardona, todas se amontonaban a su alrededor. Las miradas, risitas nerviosas y movimientos de sus cuerpos delataban su preferencia por aquella suerte de Rey de La Habana. Su popularidad aumentaba, de la misma manera que aumentaba en mí un sentimiento de recelo hacia su persona.
¡Al muy cabrón todo le salía bien! Todos le reían las gracias. Todos y todas querían su amistad. Al mismo tiempo, entiendo hoy que tiene que haber sido el karma, yo caí en una espiral de mala racha. Nada me salía bien y lo poco que lograba era opacado por la lucidez y popularidad del nieto de Chicha.
Fue una calurosa tarde de julio, cansado de sus burlas y menosprecio, se me ocurrió la brillante idea de retarlo a una carrera. Había perdido en un santiamén casi todas mis canicas en un juego contra Rafaelito, (Rafaelito le llamaba ya casi todo el mundo)
- Guajiro, sabes que conmigo vas a perder. Me dijo, seguro de sí mismo y la palabra "guajiro" no la pronunció, más bien la escupió, como un perjuicio.
- El que va a perder eres tú. Le respondí ahogado por la rabia.
Estábamos en los corrales de mi tío Quiro. Justo el centro de lo que había sido mi reino hasta la aparición de aquel héroe capitalino. Entorno que yo conocía como las palmas de mis manos.
- Sígueme. Le dije y me encaminé al cuartón de desahogo, un potrero pequeño y totalmente llano que quedaba al costado de los corrales. Le señalé la cerca que quedaba a unos cien metros y le dije.
- La carrera es hasta la cerca del fondo y virar. El primero que llegue de regreso aquí gana todas las canicas. Juan Carlos gritará la salida ¿De acuerdo?
- De acuerdo.
Quizás fue el sentimiento de envidia compartido por todos, que veíamos ya en aquel recién llegado un peligroso rival. Quizás fue ese código de honor y secreto que comparten los guajiros. El caso es que ninguno de mis seis amigos espectadores dijo nada. Nadie lo alertó.
Me quité mis viejos tenis, hice algunos ejercicios de calentamiento y me puse en posición de salida. Con una sonrisa burlona Rafael se posicionó como un legítimo atleta de campo y pista. Juan Carlos contó lentamente y cuando dijo tres, los dos salimos a toda carrera. Hice un esfuerzo extraordinario, poniendo todo de mí, aún así íbamos bastante parejos. Notaba que milímetro a milímetro Rafael se me adelantaba. El corazón se me quería salir del pecho. Daba las más largas y rápidas zancadas posibles, sentía el repetido impacto de mis calcañales en las nalgas. Los orificios de mi nariz no eran lo suficientemente amplios para el caudal de aire que necesitaba aspirar. Habíamos recorrido la mitad del primer trayecto cuando de pronto frené. Mis pies descalzos resbalaron y se detuvieron allí donde la yerba cambiaba súbitamente de color, justo en el borde de una franja verdinegra de unos seis metros de ancho que atravesaba el potrero de lado a lado. Rafael, prosiguió su desenfrenada carrera, mientras yo, parado, lo veía perderse, no en la lejanía, perderse, o mejor dicho hundiese, hasta que que se lo tragó la tierra.
Lo oí resoplar, chapoteando en el pestilente y viscoso líquido. Agitaba sus brazos intentando nadar, pero apenas lograba mantener la cabeza fuera del lodo. El no lo sabía, pero la franja de yerba oscura que atravesaba el potrero no era otra cosa que el desagüe de un barrio de la periferia del central que arrastraba hasta allí todas las aguas albañales de una docena de casas. La Mojonera le llamábamos todos. Allí habíamos visto atascarse varias reses a las que era necesario sacarlas con un lazo, tirando con un caballo o un tractor. Y allí, en La Mojonera se hundía el nieto de Chicha, el mejor, el Rey de La Habana, con todo su glamour. Haciendo un gran esfuerzo logró incorporarse, era una estatua chorreante de lodo negro. A cada paso se hundía más. Solo relucían la blanca dentadura y el brillo de sus ojos enfurecidos. Un estallido de carcajadas retumbo a mis espaldas. Me di la vuelta y allí destornilladlos de la risa, regados por el suelo estaban todos mis amigos.
Cuando prometió no tomar represalias le echamos una soga y todos tiramos de ella, hasta arrastrarlo a tierra firme. Exhausto por el esfuerzo, tendido sobre el pasto, rodeado de aquel bando de guajiritos muertos de risa, estaba el nieto de Chicha, el Rey de La Habana, convertido en un oscuro bolo fecal. Hundidos para siempre en La Mojonera quedaron su excesivo orgullo, sus burlas, su par de tenis y mis recelos. No todo fue pérdida. Aquella tarde obtuvo el mote que lo acompañó por el resto de las vacaciones, El Mojón de La Habana. El cambio fue radical. En días posteriores, se acopló al grupo hasta llegar a ser uno más entre nosotros. Al final del verano, en la esquina del parque, en solemne silencio, nos reunimos para despedirlo. La imagen de Rafaelito agitando los brazos por la ventanilla trasera del autobús, mientras se alejaba por la calle Real, es la última que se nos quedó grabada a todos. Nos miramos y nuestras caras reflejaban tristeza. Por semanas se paseó entre nosotros el vacío de su ausencia. Nunca más supimos de él.
Treinta años después, otra tarde de julio, calurosa como aquella de La Mojonera, charlando con un viejo amigo de visita en Miami, que vivió muchos años en La Habana, bebiéndonos un whisky, le pregunté por el nieto de Chicha.
- Lo mataron en Angola. Me dijo a secas.
Y se me hizo un nudo en la garganta.
Thursday, September 10, 2015
La Radio.
En puntitas de pies atisbaba por las rendijas de ventilación de la tapa trasera. Solo veía los cables, resistencias, transistores y las tenues lucecitas de los bombillos, componentes internos de aquel viejo radio RCA Víctor. Insistía una y otra vez. Estaba seguro que en algún momento, dentro de aquella maraña eléctrica vería a Lino Borges cantando, "Vida consentida" o a Vicentico Valdés cantando, "Los aretes que le faltan a la luna". A la luna de Vicentico le faltaban los aretes, pero a él le sobraba imaginación. Así, de pequeño comenzó mi fascinación por la radio. Único contacto con el mundo exterior en la finca La Esperanza y Sumidero en las afueras del Central Mercedes, Matanzas, Cuba.
A principios de agosto de este año, escuché, en la voz de Ramón Fernández Larrea, un programa que se transmitió durante cinco años en la emisora Gladys Palmera, en Barcelona, España. Contacté a Ramón y el viernes 28 de agosto de 2015 salió al aire por WRHC Cadena Azul 1550, el primer programa "Memoria de La Habana". Como bien dice Ramón, es "La historia de una ciudad, La Habana, descrita a través de anécdotas y curiosidades de todo tipo desde su fundación hasta hoy, y con una música evocadora. Un programa histórico, un tesoro radiofónico poético y musical lleno de humor y nostalgia”.
Siempre quise hacer un programa radial.
En Santo Domingo, en la década de los noventa, escuché el programa Cita con la Trova, que transmitía la emisora Radio Taíno desde Cuba. Me gustó su formato, consistía en dar una descripción histórica de los compositores e intérpretes de las canciones. Con ayuda de mis primos, Vicente y Oscar, logré contactar a Lino Betancourt su conductor. Le hablé de mi interés de realizar el programa en República Dominicana. Con el espacio radial y los anunciantes confirmados intenté cerrar el negocio, pero la sombra del poder absoluto nubló el proyecto. Lino, era un asalariado del gobierno cubano. Podía ser “alquilado” con una condición, sus honorarios lo cobraban los hermanos Castro, el recibiría solamente un porcentaje mísero del monto. Renuente a cooperar con una moderna forma de esclavitud, me negué. El proyecto no se realizó.
A finales de 2013 participé en la salida al aire del programa "Entre Call y Call", conducido por Pible a quien considero la mente más sagaz del humorismo cubano. Junto a su esposa Emma Artiles, Pible rompió esquemas mezclando lo filoso de sus ocurrencias con entrevistas a destacados artistas de todo tipo de género musical. Fue una experiencia inolvidable. Siempre les estaré agradecido por esta oportunidad.
A principios de agosto de este año, escuché, en la voz de Ramón Fernández Larrea, un programa que se transmitió durante cinco años en la emisora Gladys Palmera, en Barcelona, España. Contacté a Ramón y el viernes 28 de agosto de 2015 salió al aire por WRHC Cadena Azul 1550, el primer programa "Memoria de La Habana". Como bien dice Ramón, es "La historia de una ciudad, La Habana, descrita a través de anécdotas y curiosidades de todo tipo desde su fundación hasta hoy, y con una música evocadora. Un programa histórico, un tesoro radiofónico poético y musical lleno de humor y nostalgia”.
Sloopy Joe's Bar
Haga click aqui para escuchar: Programa Memoria de La Habana
Hoy conozco cómo es un estudio de grabación, la cabina de transmisión en una estación de radio y el enorme trabajo que representa llevar a los radioescuchas un programa de calidad. He aprendido y me gusta, la parte commercial del negocio, vender los anuncios y que esas ventas generen suficientes fondos para pagar el espacio y dejen un margen de ganancias. Han pasado muchos años de cuando, en puntitas de pie, atisbaba por las rendijas de ventilación de la tapa trasera de aquel viejo RCA Víctor, único contacto con el mundo exterior en la finca Esperanza y Sumidero en las afueras del Central Mercedes, Matanzas, Cuba. Aun siento la misma fascinación y emoción por la radio. Solo que multiplicada esta vez, por ser parte de un logro. !¿Quién te lo iba a decir Miguelito?!
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Sunday, June 14, 2015
El día que dejé la escuela.
-El lunes no voy a la escuela- lo dije con la
convicción de un cura franciscano. Era una sofocante tarde de un sábado de
abril. Yo cursaba el sexto grado en la escuela José Abrines del central
Mercedes.
Mi madre me miró con una sonrisa lánguida y agregó: –
Déjese de locuras y báñese, que estás hecho un asco. Había regresado de un partido de pelota manigüero y mi
humanidad necesitaba un aseo con urgencia.
− ¿Locuras?, no son locuras, no voy más. Aquello es
una pérdida de tiempo.
− Mira muchacho, tú no querrás que yo le diga eso a
Miguel.
Mi madre se refería a Miguel, mi padre, que tenía fama
de resolver asuntos como aquél de una forma rápida y terminante.
− Pues díselo. Yo quiero trabajar en la finca- le dije
con autoridad.
Para mí, un crío de doce años, trabajar en la finca
significaba inspeccionar el ganado vacuno a lomo de caballo, desparasitarlo y
marcarlo con el hierro en los corrales, transportarlo por tierra de un sitio a
otro, y asistir a alguna cría en peligro. Montero se le llamaba a aquella
profesión y ser montero era mi sueño. Eso de andar en un brioso corcel,
desprenderse en una larga carrera y enlazar una res, era algo que muchos solo
habían visto en películas. Yo lo había experimentado desde pequeño.
En la noche de sábado para domingo, escuché el
cuchicheo de mi madre. Sus palabras me llegaban en débiles oleadas a través de
las paredes. Escuché “el niño”, ese era yo, oí “la escuela” y oí ‘la finca”. No
tenía que oír nada más; el tema éramos yo y mi decisión. Lo que más me extrañó
fue no oír un exabrupto de mi padre. Su voz me llegó potente y clara cuando le
dijo a mi madre:
-Ah, pues está bien.
La mañana del domingo amaneció luminosa y despejada.
Tan despejada como despejada estaba mi mente de dudas. Aquella había sido mi
última semana en la escuela, el lunes galoparía mi potro por los potreros
bañados de rocío. Yo sería una suerte de Roy Rogers criollo. Pasé la mayor
parte del día preparando el equipo. Montura, paños, bridas, jáquima, freno y
espuelas recibieron una cuidadosa limpieza y esmerado lustre.
Esa tarde vi a mi padre laborando en su taller de
carpintería, una casita de madera y techo de zinc que servía a la vez de
almacén y garaje para el tractor. Me acerqué y resueltamente le pregunté.
− ¿Mami habló contigo?
−Sí- me contestó a secas.
Me percaté que trabajaba en una pieza de madera larga
y redonda, algo así como el cabo de algún implemento agrícola. Se esmeraba en
pulir su superficie.
− ¿Necesitas ayuda?- le pregunté. Aquella espontánea
voluntariedad mía no era otra cosa que deseos de saber el estado de ánimo del
viejo Grillo ante mi decisión.
−No - fue todo lo que dijo. Y siguió su labor.
A las cuatro y media de la mañana del lunes la mano de
mi madre me sacó de un profundo sueño.
−Migue, Migue, despiértate, tu padre te está
esperando.
-¡Qué noche más corta!- pensé.
Casi dormido me lavé la cara y la boca y me puse mi
ropa de trabajo. En la cocina me esperaban el desayuno, mi padre y ella. Mi
padre sentado a la mesa. Ella recostada a la pared, su figura esbelta, brillosa
y reluciente parecía una obra de arte… de hecho lo era, era la obra de arte que
mi padre había manufacturado durante toda la tarde del domingo. Una guataca de
un tamaño perfecto para un muchacho de doce años. Entonces el viejo habló.
−Me dijo Carmela que usted no quiere ir más a la
escuela, que prefiere trabajar en la finca. Termine su desayuno, coja la
guataca y sígame.
Desayuné rápido, aun así tuve tiempo de comprender que
aquello no estaba saliendo como yo pensaba. Por la ventana vi a mi padre
esperando, montado en su caballo y vi el mío ensillado y listo. Me despedí de
mi madre advirtiendo en su mirada una gran compasión, cogí mi guataca y salí al
encuentro con aquella suerte de Rey Salomón a caballo. Habló, solo cuando
llegamos a un inmenso campo de maíz recién germinado.
− Guataquear este campo es tu trabajo. Al mediodía tu
madre te traerá el almuerzo y yo te recogeré por la tarde. Y añadió, como una
sentencia.−Un trabajador mediocre puede hacer cincuenta surcos en una jornada…
Y me dejó allí, guataca al hombro, un litro de agua y
sin caballo. La tierra colorada estaba algo húmeda, se pegaba a la hoja de
metal de la guataca, haciéndola extremadamente pesada. Cuando el sol de la
finca La Esperanza comenzó a calentar yo tenía medio surco hecho y cuatro
ampollas en las manos. Imaginé que eran las doce, el sol estaba en su cenit con
intenciones de derretirme la espalda, cuando vi a mi madre llegar con el
almuerzo. No hablé mucho, solo comí y descansé un rato. Mi madre lloraba desconsoladamente.
Antes de marcharse me entregó una hoja de machete viejo y un par de guantes.
–Dice tu padre que esto te va a ayudar, que el machete
lo uses para limpiar la guataca.
La tarde fue infernal. Las gotas de sudor me cegaban y
las manos llagadas me ardían dentro de los guantes. Los surcos se me trocaban
en una danza de hileras verdes. Una pequeña llovizna tropical, insuficiente
para abandonar el trabajo, refrescó la tarde pero humedeció aún más la tierra.
Cuatro o cinco guatacazos y a limpiar la hoja. No supe cuando llegaron, el
silbido inconfundible de mi padre me sacó del letargo. Era tarde, yo era una
bola de fango, la ropa empapada se me pegaba a la piel y apenas tuve fuerzas
para montar en mi caballo y regresar a casa. Vi a mi padre inspeccionando el
trabajo, contando los surcos, creo que dijo “no está mal” pero a mí no me
importaba nada. Por el camino no hablamos ni una palabra.
Mi madre me esperaba con el baño listo y un fricasé de
pollo que me supo a gloria. Después de cenar me tiré en la cama y me quedé
profundamente dormido. Me parecieron cinco minutos, la suave mano de Carmita me
acarició la cara y la oí decir:
−Vamos mijo, tu padre te está esperando.
− ¿Qué hora es?- pregunté incrédulo.
−Las cuatro y media de la mañana- me dijo mi madre,
con la voz quebrada por la emoción.
−Mami, yo voy a ir para la escuela- dije y cerré los
ojos para escapar de aquella pesadilla.
Semidormido oí el diálogo en la cocina, mi madre le
informaba a mi padre mi decisión. Sentí los pasos de mi padre acercarse a mi
cama. Me hice el dormido, su mano se aferró fuertemente a mi antebrazo, sus
labios se posaron en mi frente en la forma de un fuerte beso. Y me dijo.
−Felicidades mi hijo, esa en una decisión muy
inteligente.
Y lloré.
Sunday, June 7, 2015
Caroline Grillo
Quede un poco aturdido cuando Rebeca me dijo que sería una hembra. Después de tres varones, me había acostumbrado a la idea de que este cuarto y probablemente último embarazo sería un varón también. La realidad me llegó con más fuerza un veinte de enero, hacen precisamente veinte años, me llegó en forma de un bultico de azules sabanas de hospital, que contenían una carita redonda y un cuerpecito embarrado en esas sustancias en las que llegan embarrados los bebes.
Pronto se convirtió en una niña bella. Rebeca y yo tuvimos que negarnos en incontables ocasiones a las proposiciones para que compitiera en certámenes de belleza infantil. Solo cuando fue lo suficientemente madura para tomar sus decisiones firmó con una agencia de modelaje profesional. Llevar una carrera universitaria a la par de una carrera de modelaje no es asunto fácil, ella lo ha logrado. En apenas dos años y medio obtendrá su Bachelor’s degree, algo que toma normalmente cuatro años de estudios y nos llena de orgullo. La belleza puede ser, en efecto es pasajera, la sabiduría es eterna.
Hoy celebraremos en compañía de sus amigos una fiesta de despedida. Caroline Grillo, aquel frágil cuerpecito que me entregaran envuelto en azules sabanas de hospital, carita redonda y cuerpecito embarrado en esas sustancias en las que llegan embarrados los bebes, marcha en busca de sus sueños a la ciudad de New York. No me es fácil expresar el estado de ánimo que me embarga. Tengo la tranquilidad que Rebeca y yo le hemos echado en el equipaje, el equipaje del alma, todo lo que necesita para ser feliz y triunfar.
La semana pasada nos embarcamos toda la familia, navegamos por mis rincones favoritos del Caribe. Disfrutamos la compañía de este rebaño de seres humanos que hemos tenido la fortuna de ver crecer. Mirando la puesta del Sol sobre la baranda de nuestro camarote le dije a Rebeca lo orgulloso que me sentía de nuestros hijos, Alejandro, Michael, Gregory y Caroline son mi extensión de vida y mi gran fortuna. Me llena de regocijo verlos volar con sus propias alas, nosotros apenas somos la guía temporal y un trecho del camino. El futuro es de ellos.
Y les confieso algo, aquí en la “intimidad” de este medio social: Gracias a DIOS por este inigualable privilegio, gracias a María y a Rebeca por habérmelos parido, gracias a la vida que me ha dado tanto. Buen viaje Michi, suerte y te quiero y admiro mucho.
Tuesday, May 5, 2015
La batalla de mi pueblo.
El 5 de
mayo de 1968, a las diez y treinta y cuatro minutos de la mañana, un camión de distribución
entró en la calle principal del Central
Mercedes (6 de Agosto) la Calle Real. Victimas del desabasto causado por la “brillantez”
comercial y las leyes socialistas de los dirigentes del país, las amas
de casa residentes en dicha calle abandonaban sus quehaceres diarios y seguían
en una caravana de algarabía cualquier vehículo que semejara la llegada de mercancía
a la Tienda Grande, o antigua tienda de Ramón el gallego, principal comercio
del pueblo.
Aquel día no fue
diferente. El grito de “llegaron los blúmer” desató, entre las mujeres del
pueblo, el desespero por obtener una de
aquellas prendas. La comitiva, dando vítores hacia lento y difícil el tránsito
del pequeño vehículo cargado de las codiciadas prendas. Si grande era el grupo
que lo acompañaba, mayor era el que lo esperaba frente a la tienda. La voz de Cundunga, se oyó por encima del ensordecedor bullicio, −
Tengo el uno, cojones. Gritó a todo pulmón. No importaba que hubiese llegado
cuando ya la cola estaba formada, nadie se atrevía a desafiar aquella
corpulenta negra. El silencio se apoderó de los presentes. –El uno lo
tengo yo, no me lo quita nadie y esos cojones te los metes. Ripostó Chicha
desde la puerta de la tienda. Negra como Cundunga, pero de menor estatura, temida
también por su filosa y ofensiva lengua.
La muchedumbre
rápidamente se dividió en dos grupos, uno respaldaba a Cundunga, el otro defendía
a Chicha. Ambos exhortaban con gritos y disfrutaban el morbo de ver a las dos
mujeres más temidas del pueblo ventilar sus diferencias. En pocos segundos las agresiones
pasaron de verbales a físicas. Ambas se enredaron en una feroz bronca que incluía,
tirones de pelos, desgarramiento de vestimentas, menciones de preferencias y hábitos
sexuales, defecación en progenitoras. Aquí hago un paréntesis para alimentar la
curiosidad popular, y aclaro: (se halaron las pasas, se rompieron las blusas,
se gritaron puta, se cagaron en sus madres.)
La pelea
duró aproximadamente diez minutos. Terminó
con Cundunga y Chicha encueras, rodeadas de un mar de gente. Sólo los
ajustadores o sostenes sobrevivieron las agresiones. Todos los presentes comprendieron
entonces la razón por la cual las dos mujeres pelearon tan ferozmente por el
primer puesto en la cola, ninguna de las dos llevaba blúmer. Los residentes del
pueblo se apropiaron de un lema pronunciado por Fidel en unos de sus discursos
para mofarse del dictador y del incidente: “Revolución es enseñar la chocha si
es necesario”
Hoy se
cumplen 47 años de aquella batalla. Muchos en este país celebran hoy 5 de mayo, La Batalla de Puebla. La batalla
donde el ejército mejicano derrotó a las fuerzas francesas. Nadie celebra, ni en este país ni en Cuba “La Batalla
de mi Pueblo” aquella que escenificaron Cundunga y Chicha y que demuestra lo
que una revolución fue capaz de lograr: que dos mujeres enseñen hasta la chocha,
para comprar un blúmer.
Saturday, April 25, 2015
La G del Grillo.: Los primeros aguaceros.
La G del Grillo.: Los primeros aguaceros.: Fernando Ravsberg fue durante mucho tiempo, corresponsal de la BBC en La Habana. Cuando la BBC determinó ponerle riendas y editar sus a...
Los primeros aguaceros.
Fernando Ravsberg fue durante mucho tiempo, corresponsal de la BBC en La Habana. Cuando la BBC determinó ponerle riendas y editar sus artículos de opinión, el periodista renunció a su puesto. Fernando sigue viviendo y publicando su blog Cartas desde Cuba, desde La Habana. Todos sabemos lo difícil que es hacer periodismo desde los predios de la Hacienda Castro. Otros corresponsales extranjeros vivieron este calvario, el español Vicente Botín, por mencionar sólo uno, sufrió por años los acosos del sistema represivo castrista, los detalló en su libro Los funerales de Castro, escrito cuando abandonó su corresponsalía en La Habana.
Las opiniones de Fernando molestan tanto a los defensores del régimen castrista, como a los opositores. Acusado de castrista o de pluma servil del Imperio, Fernando sigue dando su opinión sobre diferentes temas. Recientemente criticó la actuación del grupo que organizó y llevó a Panamá el gobierno de Raúl Castro en representación de la Sociedad Civil. Fernando cuestionó su desempeño chusma y antidemocrático, su incapacidad para enfrentar el debate, así como la forma en que el grupo fue seleccionado en Cuba.
La reacción de "los guardianes de la fe", o sea los defensores a ultranza de la dictadura, no se hizo esperar. En las últimas semanas a Ravsberg le ha llovido a cántaros. Los ataques, como están acostumbrados y entrenados los piratas castristas, no fueron al mensaje, fueron al mensajero. ¿De qué no han acusado a Fernando? El linchamiento fue tal, que hasta Silvio Rodríguez pidió mesura y defendió al periodista, en su blog.
Si la actuación de los participantes seleccionados por La Habana en Panamá fue funesta, los ataques a Fernando Ravsberg han sido un bulmerang mediático. La sombra del totalitarismo informativo nos ha mostrado su más oscuro tono. Esa tendencia, esa incapacidad e incomodidad ante el debate es hereditaria, la demostró Fidel Castro innumerables veces cuando fue confrontado por algún periodista. Juan Manuel Cao, lo puso al parir, cada vez que tubo oportunidad de acercársele en alguno de sus viajes al exterior. En el último intercambio en Argentina, vimos a un Fidel descompuesto, acostumbrado sólo a la complicidad babosa de la prensa oficial cubana, preso de asombro y cólera gritarle a Cao: ¿Para quien tu trabajas? ¿A ti quien te paga?
¿Que podemos esperar de los que atacan hoy a Ravsberg? Amamantados con intolerancia, puede que sean hijos o nietos de aquellos que participaron en los horribles actos de repudio, o de los que en la actualidad arrastran hacia los autos policiales a las Damas de Blanco. El camino hacia la verdadera democracia en Cuba es largo y tortuoso. Mucho tendrá que llover para que en Cuba se logré el total respeto al derecho ajeno, el derecho a pensar diferente y no pagar un alto precio por ello. ¡Mucho tendrá que llover! A Fernando Ravsberg ya le están cayendo los primeros aguaceros.
Friday, April 24, 2015
El corte. (Cuento corto)
Dionisio el carnicero, sorprendió a Zenaida su esposa en los brazos ( y otras extremidades) de Emildo el zapatero. Los echó a ambos de su casa. Pero antes, en represalia, ciego de rencor y celos, le cortó con el hacha de carnicero la mano derecha al amante. "Para que no puedas volver tocarla." Sentencio con rabia.
Zenaida se fue a vivir con Emildo y en menos de tres años concibieron cinco hijos. (Nota a los críticos saca cuentas: cinco críos en tres años...¿? Un parto sietemesino y dos de gemelos. Este cuento es mío y pongo a parir a Zenaida como me da la gana.)
Al ver pasar a Zenaida, el manco y su prole, los venerables ancianos del pueblo, sentados en los bancos del parque, comentaban. "Eso le pasó a Dionisio por cortar por el sitio equivocado"
Monday, March 30, 2015
Leche condensada.
Me desperté,
o mejor dicho, me despertó, el incesante ajetreo de mis revoltosas tripas demandando
algo de comida. No sabía qué hora era, traté de orientarme en la oscuridad de
aquel pequeño apartamento. Desde mi colchoneta tirada en el piso, divisé los pequeños
estantes que en una esquina de aquellas cuatro paredes conformaban la cocina y pensé
en una lata de leche condensada que había abierto aquella tarde. Era el verano
del año 1969 y estábamos de vacaciones.
Mi cuñado había rentado a unos conocidos un pequeño apartamento que ocupábamos en
la segunda avenida y la cuarenta calle en la playa de Varadero, a escasas
cuadras del mar. Aquella madrugada había
sido precedida de un día entero de playa. El mar tenía la peculiaridad de abrirme
el apetito, con trece años y extrema delgadez, mi voracidad era comparable con
la de un elefante.
Me
incorporé y sin encender la luz fui salteando los obstáculos que se interponían
en mi camino. Los colchoncitos donde dormían mis pequeños sobrinos, una mesita
con cuatro sillas y lo peor, un ventilador de fabricación casera sin protección
en las paletas, que era capaz de decapitar a un dinosaurio.
Al fin llegué
hasta la cocina, abrí con cuidado la puerta del pequeño gabinete y las viejas
bisagras se quejaron con intención de despertar a todo el vecindario. A tientas
encontré la lata. Todos dormían. Buscar un vaso o cuchara era imposible en
aquella oscuridad, así que me llevé la lata directamente a la boca y succione a
través del hueco en forma de triangulo hecho por el abrelatas el espeso y dulce
néctar. Sentí el agradable sabor, pero algo impedía el libre flujo del
contenido, succione con más fuerza y un objeto extraño, extremadamente amargo junto
con partículas que pinchaban mi lengua se me trabó en la garganta. No me quedo más
remedio que encender la luz. Dando arqueadas escupí sobre la pequeña mesita un
ala y unas paticas. El resto estaba aun allí, trabado en el hueco en forma
de triangulo hecho por el abrelatas, era el brilloso y reluciente culo de una
cucaracha.
Wednesday, January 7, 2015
Vestirse de gloria.
Noveno inning. El juego cuatro carreras
a tres a favor de los visitantes. Las bases llenas con dos outs. Mi turno al
bate.
− Grillo, espera la base, que el pitcher
esta wild. Me dice el coach de tercera.
Y yo esperé. Dos rectas suaves por el
centro. Dos strikes cantados, y yo allí, con el bate al hombro. Regresa el
coach. - ¡Coño Grillo, chico tírale!
"La voy a sacar del parque." "Miguelito, te vas a vestir de gloria." Pensé, mientras el pitcher hacia sus movimientos. El público en las gradas rugía. Apreté los dientes y le hice el swing más bestial de toda mi carrera béisbolistica!... A la bola más afuera que aquel tipo lanzó en toda la tarde. STRIKEEEEE grito el umpire.
¡Y me vestí de Gloria! Si, así se
llamaba una noviecita que me seguía a todos los juegos y que me prestó la falda
y la blusa para salir de allí ileso.
Dos recientes fotos me recordaron
aquella epopeya y dan fe de que yo: cuando me poncho, me poncho.
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