Fue precisamente allí, donde Braulio un compañero de estudios se apareció con un artefacto con nombre de mujer como apellido: Graba/Dora. Su padre era marino mercante y lograba introducir al país objetos extremadamente exóticos. Aquel artefacto emitía unos sonidos que se me antojaban guturales, al pasar una gruesa cinta de un ovillo al otro. Más que tocar, creo que molía la música. El padre de Braulio había incluido en aquellas cintas una colección de música extraordinaria que incluía algunas canciones de los grupos de rock del momento. Su prohibición en la radio nacional los hacía más apetecibles. Fue así que escuche por primera, una y otra vez, hasta aprendérmelas de memoria (al menos eso creía) canciones de grupos como: Led Zeppelin. The Rolling Stones, The Beatles, Billy Joel, Elton John.
Más de cuatro décadas han pasado desde aquellos juveniles días en un albergue estudiantil, donde a escondidas oíamos la música del “enemigo”. Hoy donde quiera que vaya y gracias a las tecnologías modernas, escucho un solo tipo de música y una sola emisora de radio. Enclavada en el corazón de Santo Domingo transmite para toda la Isla y para todo el mundo a través de internet. Radio Raices es la difusora de la Asociación Eduardo León Giménez.
Primero descubrí y ame el país, después descubrí y ame esa música y esa emisora. Todos los días a las doce del medio día la música cesa y se escuchan las notas de Himno Nacional Dominicano. Por alguna razón, una estrofa de dicho himno me hace pensar en algo más que la música:
Ningún pueblo ser libre merece
Si es esclavo, indolente y servil;
Si en su pecho la llama no crece
Que templó el heroísmo viril.
Gracias Radio Raíces y a la familia León Jiménez por la buena música y por el mensaje.
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