− Mira Papi, ese es el carro de Angelito el pelotero−
le dije, señalando un Buick color verde de 1955 eternamente parqueado en el
garaje de una casa de nuestro pueblo. Caminábamos por el polvoriento callejón
frente a la Casa de las Locomotoras, una inmensa nave de techo y paredes
metálicas donde se les daba mantenimiento a aquellas inmensas máquinas de vapor
que movían los carros de caña del Central Mercedes.
−Eso no es un carro hijo− contesto mi padre secamente.
A duras penas yo, un crio de siete años, lograba mantener el ritmo del
andar de mi padre. Volví a mirar atrás, para cerciorarme que, a pesar de lo que
él me atestiguaba, allí, debajo de aquel viejo techo, descansando sobre cuatro
bloques de concreto, estaba el auto que me había acostumbrado a ver durante
varios años y que había quedado abandonado por su dueño.
Angelito era como todos llamaban a Ángel Scull. Nacido el 2 de octubre
de 1928 en el Central Mercedes, desde temprana edad mostró una habilidad y agilidad
extraordinaria para jugar beisbol. Sus hazañas en el equipo de Mercedes
llamaron la atención de los caza talentos de la liga profesional y Angelito fue
fichado por el club Almendares donde jugó la posición de “center field” durante
diez temporadas. Scull ganó la corona de bateo de la Liga Cubana con un promedio de 370
durante la temporada 1954-55. Además, capturó títulos de bases robadas en las temporadas de 1953-1954, 1955-1956, 1958-1959 y 1959-1960.
Registró un promedio de 277 con 207 carreras
impulsadas, anotando 299 carreras
y robar un total de 87 bases, 15 jonrones, 74
dobles y 31 triples. Fue miembro de la selección cubana de béisbol que ganó la medalla de oro
en los Juegos
Panamericanos de 1951, celebrada en Buenos Aires, Argentina.
Durante el torneo, logró la mejor marca
en carreras impulsadas (14)
y bases robadas (4) y conectó la
mayor cantidad de jonrones (3). Su habilidad con el guante lo situó entre los
mejores "outfilders" de la época. Pero no solo en Cuba demostró su calidad, tambien jugó en la liga mejicana
y en Estados Unidos para Havana Sugar Kings y Washington Senators.
En 1975 se celebró en Miami un
juego de antiguas estrellas de la pelota cubana. Angelito vino desde Méjico
donde residía desde su partida de Cuba en 1961. Acompañé a mi padre y a mi tío
Manolo Diéguez al juego. Antes de comenzar el juego, al verlo en el dogout mi tío
le gritó “picua.” Corrió hacia nosotros como lo hacía al robar una base en sus
mejores tiempos. Saltó el muro que dividía el terreno de las gradas y nos dio
un prolongado y emotivo abrazo. – Ese mote solo lo saben los que me conocen de
Mercedes− dijo con lagrimas en los ojos. Ese días nos contó de su intención de
radicarse en Miami.
El lunes 17 de enero de 2005 en el
cementerio Vista Memorial de Miami Lakes, ayudé a cargar el féretro conteniendo
los restos de Ángel Scull para darle sepultura. Terminada la ceremonia, visité
la tumba de mi padre a escasos metros de la de Angelito. Por esas coincidencias
del destino era su cumpleaños. Esa fría mañana recordé muchas cosas. Recordé
aquel día que caminando por el polvoriento callejón frente a la
Casa de las Locomotoras, le indiqué a mi padre.
− Mira Papi, ese es el carro de Angelito el pelotero
−Eso no es un carro hijo− contesto mi padre secamente.
Para luego añadir, en clara alusión a la decisión de
Angelito de no regresar mas Cuba.
− Eso es un monumento a la dignidad.
Hay una anécdota sobre Angelito que no quise contar para no extender el articulo. En aquella época los grandes rivales eran los equipos el Central Alaba y el central Mercedes. Los ingenios se engalanaban para recibir a los contrincantes para aquellos choques que de amistosos no tenían nada y tomaban características de batallas campales. Se proveía transporte gratuito. En Mercedes las guaguas de Juan Francisco y Alberto Escobar, autos particulares de alquiler y hasta locomotoras con vagones hacían el recorrido repleto de fanáticos. Para subir la parada, la administración del Central Alaba instaló torres de alumbrado eléctrico en su terreno y anunciaron a bombo y platillo la celebración del primer juego nocturno de toda aquella comarca. Desde los más remotos rincones llegaron curiosos para presenciar, además del juego, la maravilla del verde césped iluminado en la noche cubana.
ReplyDeleteEn la última entrada del noveno inning, con dos outs, Mercedes ganaba tres carreras por dos. Alaba amenazaba con hombres en primera y segunda. Un batazo alto hacia el jardín central, llenó de júbilo a los fanáticos de Mercedes, allí patrullaba Ángel Scull el mejor jugador del equipo y el out estaba seguro. Muchos en la euforia de la celebración no se percataron de la desesperación de Angelito que gesticulaba mirando al cielo y dando carreras para distintos lados. La improvisadas torres y la ineficiente iluminación hicieron que la pelota se perdiera en la oscuridad, cayó y rodo por la verde yerba hasta detenerse junto a la cerca. Los dos corredores anotaron y Alaba dejo al campo al equipo de Mercedes.
Avergonzado, Angelito corrió hacia la cerca del jardín central, la saltó y se perdió en la oscura noche. No regreso al pueblo en el ómnibus de los peloteros. Muchos años después, recordaba el hecho como el peor momento de su larga carrera.