Mi prima Miriam Morales Cardona, la
doctora eres tú, así que no es necesario decirte que la memoria tiene episodios
recesivos. Tiene que ser éste descanso mental, recorriendo paradisiacas islas
del Caribe, viendo como a los europeos el Sol les tuesta el lomo como a un
puerco asándose en puya, lo que me ha hecho recordar.
Lo cierto es que he recordado cosas. Cosas
que tienen que ver contigo y con el eterno niño que todos somos, qué yo fui y
aún soy. Lo primero que recordé fue un día de Reyes Magos, la sombra de la
imposición y las escaseces se ceñía sobre todos nosotros, pero tú te las
agenciaste para aparecerte en mi casa con un regalo. Una maquinita, un carro,
un pequeño automóvil de juguete que fue mi felicidad por muchos días.
Lo segundo fue una carta, una simple
carta. Se transmitía por la televisión la serie El Zorro. Julito Martínez era
el enmascarado héroe al que todos los muchachos queríamos parecernos. Yo soñaba
con aparecerme en la casa del administrador de turno del Central Mercedes (6 de
Agosto por aquellas fechas) y llevarme en el lomo de aquel blanco corcel a
Caridad Pérez, su hija. Caridad, una trigueña de pelo largo y ojos almendrados,
nos quitaba el sentido a mí y al resto de la manada de muchachitos con tanta
imaginación como testosterona. Yo era invisible para Caridad. Ni montado en el
brioso caballo de Julito, vestido de negro y con un antifaz se hubiese fijado
en mí aquella bella niña.
Por la popularidad de la serie Aventuras,
la televisión cubana ideó un concurso. Se trataba en escribir una composición
sobre el medio ambiente, enviarla al canal y a los participantes les enviarían
a vuelta de correo una foto autografiada de Gina Cabrera, una bella actriz
cubana. Un tarde llegué a tú casa, te encontré introduciendo en un sobre tu
participación en el concurso. Se trataba de una extensa y bien elaborada
composición de dos páginas.
− ¿Quieres que te redacte una?
− ¡Si claro!
Tomaste lápiz y papel y redactaste una
sencilla composición de un párrafo. Juntos fuimos a la oficina de correos y las
enviamos con destino a los estudios de televisión en La Habana.
Unas semanas después salvé corriendo la
distancia entre tu casa y la mía. Llegue con la foto en la mano y el corazón en
la boca. − ¡Mira mi prima me llegó, me llegó!
Recuerdo perfectamente la foto. Era un “close up” en blanco y negro de la cara de la popular actriz. Con los dedos pulgar e índice de la mano derecha formaba una “L”. Con el pulgar se sostenía la babilla, por el lado de la cara el índice subía en dirección a la sien. Gina durmió conmigo muchas noches. Caridad se cortó el cabello y la olvide.
Recuerdo también, meses después tu risa.
Señalando que, a pesar de haber escrito la mejor composición, la única que no
había recibido foto eras tú.
Quizás sea el relajamiento. Quizás sea este
Scotch de 12 años. O el suave compás de las olas sobre la fina arena. Algo me
ha hecho recordar y compartir.
Medio siglo después no dudo que te
motivó a tener aquellos gestos conmigo. Los rasgos de buena voluntad son
visibles en los seres humanos, inclusive para los inmaduros y nobles ojos de un
niño. ¡Gracias mi prima!
Cuando lo digo: ME ESTOY CONVIRTIENDO EN ADICTA.
ReplyDeleteAh, y los voy a contagiar!!!!!!