Las ví incontables veces desde la
distancia, altas, erguidas altaneras, silenciosas. Aprendí a calcular la hora
del día, según la posición de sus alargadas sombras sobre el batey del central.
Fueron mi faro, mi guía, cuando empinado las divisaba en la distancia desde un
claro del monte. El contraste del humo negro que expulsaban en tiempo de
molienda con el azul del cielo cubano, aun vive en mi recuerdo. Las torres de
Central Mercedes fueron el horizonte de mi adolescencia en la Finca Esperanza y
Sumidero.
Es todo lo que queda de lo que un día fue
una productiva empresa. Ayer recibí un correo con una foto y un pequeño comentario.
Las volví a ver. Hace muchos años que su oscuro mensaje de productividad no
inunda el cielo de mi pueblo. Solas, abandonadas, han comenzado a sumarse al
destino de toda una nación, han comenzado a ceder al abandono y la desidia. Se
me nublaron, no como en días de mi niñez detrás de la cortina de un torrencial
aguacero, se me nublaron perdidas en una tormenta de dolor y lagrimas.
Eso es ajedréz, el caballo se las jamó. Ni Capablanca salva esa situación
ReplyDeletetriste.... lo q se ha vivido. pero tu frase " su oscuro mensaje de productividad no inunda el cielo de mi pueblo." lo dijo todo !
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