Friday, September 12, 2014

Mi primer negocio y una lección.



− Migue, míralos bien y escoge uno. Ese es tu regalo de cumpleaños.
Estábamos montados en Princesa, una yegua mora y observábamos un lote de añojos Cebú que curiosos habían hecho un círculo alrededor nuestro.
− No te apures, fíjate bien en sus características, recuerda lo que te he dicho y escoge el que más te guste.

José Alejandro Grillo Martín, Pipe Grillo, como todos llamaban, era el mayor de los hermanos Grillo,  administraba desde la muerte de sus padres la finca propiedad de la familia. Hombre robusto, de carácter serio, desarrolló desde temprano avidez y conocimiento en el mundo de los negocios, especialmente en la ganadería. Bajo su dirección el negocio familiar prosperó. Allí pastaba el mejor ganado Cebú de la región. La producción de caña de azúcar vendida al Central Mercedes alcazaba altos índices de rendimiento. La finca Esperanza y Sumidero, enclavada en la llanura de Colón, Matanzas, Cuba, era una productiva gestión familiar de solamente 24 caballerías de tierra (320 hectáreas) propiedad de siete hermanos.
 
− Dime, cual. Volvió a repetir mi tío Pipe.   
− Tío, a mi me gusta aquel. Y señalé con el índice un hermoso ternero de color blanco acerado y tonos oscuros, de incipiente pelota y lomo recto.
− ¡Muy buena elección! ¿Cómo lo quieres nombrar?
− El Chino. Dije sin titubear
− Pues ese es tuyo y se llama El Chino.

Desde ese momento seguí con detenimiento el desarrollo del animalito. Me enorgullecía verlo pastar en los potreros, o entrar en los corrales para ser desparasitado. Todos se referían a él como “el Chino de Miguelito”.

− Tu tío quiere hablar contigo. Te está esperando en la oficina. Me dijo mi tía Digna unos meses después y me señaló en dirección al escritorio donde la figura de tío Pipe manipulaba una carpeta llena de papeles. Después del riguroso beso como saludo, Pipe me señaló una silla y me dijo: −Siéntate, tenemos que hablar de negocios.
La solemnidad del momento me hizo tragar en seco. Nunca le temí a Pipe, sentía por él un extraordinario cariño, gran respeto y admiración.
− Migue, Ñico Rosado vino a comprar un torete para padre y se enamoró del tuyo. Cometí un error, se lo vendí sin tu conocimiento, sin tu aprobación y sin saber cuánto tú querías por él. Ahora tengo que arreglar cuantas contigo. En este sobre esta el dinero de la venta, dime cuanto tú quieres por él para pagártelo. Si pides más de la cantidad en que yo lo vendí, pierdo yo, si pides menos pierdes tú. −  Piénsalo bien y dime.
No me acongojó la venta del torete, si algo aprendí de mi padre y de Pipe fue a no enamorarme jamás de un animal comercial. “No son una mascota” siempre me explicaron. Otra lección de negocios que aprendí de pequeño fue: “si te compran vende, si te venden compra.”
Puse, o intente poner cara de hombre de negocios, pero mi respuesta fue la respuesta de un niño de mi edad.
− ¿Te parece bien un peso?
− Al que tiene que parecerle bien es a ti. Atestiguó Pipe.
− Si, me parece bien. Dije resuelto y feliz.
Pipe abrió el sobre y extrajo un reluciente billete de un peso.
−Aquí esta. Ahora, vamos a dar una vuelta por los potreros.
 
Salimos a lomo de Princesa a darle una vuelta al ganado. A la sombra de un frondoso jagüey, extasiados por el majestuoso verdor de los potreros y la calida brisa campeste, Pipe me pregunto.
− ¿Quieres saber en cuanto le vendí tu torete a Ñico?
− ¿En cuanto tío? Pregunte con curiosidad.
−Se lo vendí en 235 pesos. Si me hubieses pedido una suma superior no me hubiese quedado más remedio que pagártela. Y añadió. − Eres solo un niño, no sabes aun el valor real de las cosas, algún día las sabrás y valoraras esta experiencia y esta enseñanza.
Confieso no haberle hecho mucho caso a mi tío en aquel momento. Marche a casa contento con mi reluciente billete de un peso. Cuando le hice el cuento a mi padre, sonrió y exclamo, − ¡Las cosas de Pipe!
Han pasado más de medio siglo de “mi primer negocio.” Hoy encontré una vieja foto en blanco y negro. En ella estamos, Pipe y yo sobre Princesa. Es curioso, en esa pose fue precisamente donde recibí, los primeros y mejores consejos y enseñanzas. Hace muchos años llegue a la conclusión de que aquel fue, aunque parezca descabellado, mi mejor negocio. La lección aprendida tiene un valor muy superior a los 234 pesos de diferencia entre su venta y la venta mía.       

Wednesday, September 10, 2014

!Se llamaban!




El 6 de Agosto de 1960 a solo veinte meses de alcanzar el poder, en el acto de clausura  del Primer Congreso Latinoamericano de Juventudes, Fidel Castro nacionaliza todas las empresas norteamericanas existentes en Cuba. Unos meses antes había hecho un periplo por la Unión Soviética donde se fraguaron pactos y acuerdos secretos. La propaganda castrista se ha empeñado en hacernos ver que la culpa de la radicalización del proyecto revolucionario la tienen las políticas de Estados Unidos y no las intenciones totalitarias que albergaba desde el principio el joven líder. Fidel necesitaba un enemigo foráneo y un aliado fuerte, convertirse en un satélite de la Unión Soviética le brindaría ambas cosas.

Primero fueron las empresas norteamericanas, después los latifundios, mas tarde las empresas medianas y pequeñas, hasta llegar a prohibir la mas mínima gestión de propiedad privada. Han pasado cincuenta y cuatro años de aquella fecha. Es conveniente ver y escuchar con atención el video. Un pueblo enardecido, al mencionar Fidel el nombre de la empresa nacionalizada, grita: “se llamaba.” Cada “se llamaba” era una un voto, un cheque en blanco para que el pichón de tirano se robara los destinos de toda la nación. En los días siguientes en La Habana se realizaron entierros simbólicos. En un derroche de entusiasmo popular el pueblo cargó en sus hombros a toque de conga ataúdes que llevaban escritos el nombre de las diferentes empresas arrebatadas a sus legítimos dueños. Muchos no lo sabían entonces, pero más de medio siglo después, la historia nos ha demostrado que cada uno de aquellos ataúdes llevaba realmente escrito un solo nombre, el nombre de un país, Cuba.

 

Friday, September 5, 2014

Dos torres.



“Algunos vecinos del lugar me contaron que en ocasiones se oyen ruidos sordos alrededor de las bases de las torres y que se deben a que pedazos de gran tamaño caen sin avisar previamente, por lo que merodear o curiosear por esa zona no parece muy recomendable.
Las ví incontables veces desde la distancia, altas, erguidas altaneras, silenciosas. Aprendí a calcular la hora del día, según la posición de sus alargadas sombras sobre el batey del central. Fueron mi faro, mi guía, cuando empinado las divisaba en la distancia desde un claro del monte. El contraste del humo negro que expulsaban en tiempo de molienda con el azul del cielo cubano, aun vive en mi recuerdo. Las torres de Central Mercedes fueron el horizonte de mi adolescencia en la Finca Esperanza y Sumidero.
Es todo lo que queda de lo que un día fue una productiva empresa. Ayer recibí un correo con una foto y un pequeño comentario. Las volví a ver. Hace muchos años que su oscuro mensaje de productividad no inunda el cielo de mi pueblo. Solas, abandonadas, han comenzado a sumarse al destino de toda una nación, han comenzado a ceder al abandono y la desidia. Se me nublaron, no como en días de mi niñez detrás de la cortina de un torrencial aguacero, se me nublaron perdidas en una tormenta de dolor y lagrimas.   

Thursday, September 4, 2014

Cuéntame.

Desi, Clara y una amiga.
Ninguna serie de televisión me ha impactado tanto cómo, Cuéntame cómo pasó. Trasmitida por TVE nos muestra la vida de una familia residente en un barrio de Madrid (San Genaro) la de sus vecinos y amistades. La serie comienza en el Madrid de finales de la década del sesenta y cubre toda la década del setenta, hasta el presente. Abarca los años que yo viví en Madrid, de ahí mi identificación con el argumento. La magnífica escenificación mostraba los más pequeños detalles de aquella época, autos y autobuses, taxis, buzones de correos, estancos de tabaco, bares. Nada escapaba de la ambientación. Hasta las bajillas de cristal utilizada en aquellos hogares eran exactas a la que algún buen samaritano le regaló a mi madre y utilizábamos en aquel pequeño piso de la calle Monte Urgull #15, donde vivimos nuestros primeros años de exilio. 
Miguel, Clara, Desi y Antonio.
La serie muestra también el diario bregar de la clase obrera en un Madrid y en un país que se acercaba, con incertidumbre y preocupación al fin del régimen de Franco. Yo no lo sabía entonces, pero desde la barra del Bar/Cafetería Hogares donde laboré aquellos años fui absorbido por aquella cultura, hasta el punto de verme más tarde reflejado en el drama de alguno de los personajes de Cuéntame.
Uno de los personajes, Desiderio Quijo, Desi para los sus amigos y seguidores de la serie, interpretado por el veterano actor Roberto Cairo, murió el pasado jueves 28 de agosto, víctima del cáncer de pulmón. Tenía solo 51 años. Jovial, eterno buscavidas, Desi dejó como tantos españoles, su pueblo natal para radicarse en el Madrid de las oportunidades. Solterón, dueño de un tallercito de venta y reparación de efectos eléctricos, rompe los cánones de la época  enamorándose y casándose con Clara, una madre soltera vecina del edificio. Su relación de amistad con Antonio, protagonista de la serie, es una amistad para toda la vida. Desi y Antonio Alcántara comparten penas y glorias, son confidentes y más que amigos, hermanos.
Desi y Ramon.
Nombres como: Araceli, Raquel, Fausto, Amelia, Modesto, Willy, Miranda, Arturo y Teo forman parte de un celuloide afectivo, mental y real que formo mi vida de 1970 a 1973 y que nada como Cuéntame ha logrado recrear. Irrepetibles e inolvidables momentos viví junto a ellos. La vida me ha dado la oportunidad de agradecerles a los personajes de mi propia serie por el cariño dado al chaval que fui. Es solo justo que esta nota arrope a todos los Desis de mi vida y a este último que por medio de su genial interpretación logro llevarme de regreso a memorables días. Desi, mil gracias por contarme o más bien recordarme cómo pasó.