Ayer, al ver la pésima actuación del equipo
de Villa Clara en la Serie del Caribe, hice un comentario en el muro de un
amigo facebookiano sobre el sentimiento que me produce este asunto de los
deportes en los que participa Cuba. Decía que no se cuanto tiempo, ese sentimiento
¿Ese trauma? me va a durar. De mis 57 años cumplidos, llevo 43 años viviendo
fuera del país donde nací. Poco a poco he aprendido a querer otras tierras, otros pueblos, donde encontré las
oportunidades que me prohibieron en mi país de origen. En Cuba, siendo niño sufrí
vejámenes por el solo hecho de pertenecer al grupo de los que “abandonaban el país”. Ese
odio, por pensar diferente, otros lo sufrieron de adultos y en forma mucha más
descarnada. “Abandonar el pais” ¡Qué palabra esa! Sabemos que los fidelistas, los castristas,
han sido muy sutiles a la hora de escoger
como nombrar cosas y hechos. A un magro librito creado para racionar alimentos,
lo llaman tarjeta de abastecimiento. Fidel Castro, el gran maestro del fracaso, acuño
la frase “convertir el revés en victoria”.
Sé que muchos de esos hombres que visten la
camiseta naranja, son como el resto de los cubanos, víctimas de un régimen totalitario.
Siento pena por ellos, o por algunos. Los otros, los que han contribuido a
engrasar la maquinaria de la represión y el odio, solo me producen asco.
Algunas cosas han cambiado en Cuba. Esta aseveración
es realista. Empezando por Fidel Castro, el otrora motor impulsor del odio y
las prohibiciones, el máximo responsable de las barbaridades sufridas, es hoy
un anciano balbuceante, incoherente y delirante. Con temor, sin mencionar su
nombre, vemos como dentro de la isla, sus decisiones de ayer son señaladas como
errores hoy, y se va desmantelando su macabro andamiaje.
Yo confieso que tengo que cambiar. No debo
sentir alegría cuando un equipo de Republica Dominicana, como sucedió ayer, apabulla
en el terreno al de Cuba. Pero es que vi a los peloteros cubanos, en tantas
ocasiones ser recibidos por Fidel, los vi arrobados, ofrecerle sus medallas,
dedicarles el triunfo. Aunque siempre supe que era una burda utilización con
fines políticos, la repugnancia y desprecio que siempre me ha producido la
imagen del comandante, me hacia desear que perdieran. Eso se sumaba a la
apreciación de que la superioridad de aquellas figuras “amateurs” con años de
experiencia, radicaba en el hecho de que sus rivales a nivel internacional, eran
jovencitos universitarios.
El nacionalismo, el patriotismo, suele ser
un perfecto refugio para rufianes. Y en Cuba muchos rufianes han tenido habilidad
para jugar pelota. Me alegra el regreso de Cuba a la Serie del Caribe. Una muestra
más, como dije antes, que algunas cosas van cambiando. Me alegra oír a los comentaristas de la televisión
cubana referirse a un pelotero cubano por su nombre y apellido, alabar su desempeño
deportivo, cuando hace unos años ese mismo atleta era considerado un traidor
por irse a jugar a otro país. Aun no logro desear que ganen, espero algún día
poder cambiar eso. Ahora, la única forma que tengo para infundirle ánimo al
equipo de Villa Clara, es recordarles que no es necesario el exceso de preocupaciones
por este papelazo. Bajo la noble y saludable sombra de una mata de Moringa, Fidel
una vez más, se encargara de convertir este revés en victoria.