Se acerca la Navidad, el mundo se llena de luces y buenos deseos. Muchos
olvidando su verdadero significado aprovechan estas fechas para hacer una
apología al derroche, otros para aupar y señalar diferencias, las diferencias
de clase y de situación económica. En Republica Dominicana, país de grandes
contrastes y grandes carencias, pero alegre y bullanguero, las vacaciones se
extienden desde mediados de diciembre hasta después del seis de enero. En el
hogar más humilde, una pequeña y parpadeante lucecita de colores, un pequeño
arbolito, dan fe del contagioso espíritu. Los ingresos extras alivian la
situación y por unos días la crisis sede terreno y hasta parece que el mundo se
vuelve un mejor lugar.
Por muchos años en Cuba esta celebración fue cancelada por el gobierno. Si
bien no estaba del todo prohibida, sembraron el desaliento y el desanimo en la
población al punto que prácticamente desapareció. Nunca acepte el injusto
pretexto, de que interfería con la producción de la zafra azucarera, otras
turbias intenciones se escondían detrás de esa arbitraria decisión, prueba de
ello, antes de 1959 Cuba producía tanta o más azúcar aun realizando las
fiestas. En 1998 el Papa visito Cuba, después de muchos años se declaro
nuevamente el 25 día feriado.
Huérfanos de esas y muchas otras tradiciones me tropiezo desperdigados por
el mundo con algunos jóvenes cubanos, que si bien tienen un aceptable nivel
académico, su alma presenta un enorme vacío espiritual. Algunos hacen un
rechazo público y total a las celebraciones y miran estas festividades como un
burro mira una copa de murano. Como el lobo y las uvas: “si no puedo
alcanzarlas, las desprecio.” No los culpo, son víctimas del medio donde les
toco vivir y aun arrastran las cadenas del desarraigo. “Seremos como el Che”
crecieron gritando y algunos, casi sin darse cuenta lo son. Si injusto fue
prohibir, injusto seria obligar, así que cada cual haga lo que le venga en
gana.
Yo me contagio, veo el entusiasmo de mis hijos, de amigos y vecinos y me
sucede como el que espera una conga en la acera, oye el lejano retumbar de los
cueros, mueve un pie, mueve el otro, la música se acerca y la euforia crece, no
te das cuenta, un escalofrío te recorre el cuerpo y terminas arrollando en
plena calle. Así, al menos para mí, es el espíritu navideño. Un nacimiento al
pie del nuestro arbolito, me recuerda el verdadero significado. El día 24
asamos un lechón y reúno a mi familia en la mesa. Demasiado me robaron, para
darle la satisfacción del desanimo a los ladrones.
Recodando la injusticia cometida en el país de mi infancia, aferrado a esta
bella tradición que incluye en muchos casos un intercambio de regalo, tengo
algo que obsequiarles. Me gustaría lo aceptaran. Es sencillo, no es mucho, pero
dice mucho. Resume en algunas palabras mi actitud. Si le parece útil recórtenlo
y pónganlo en un lugar visible. Y si se animan al intercambio, lo que envíen
será recibido con respeto.
“Lealtad a la Patria siempre, lealtad al gobierno, solo cuando se la
merezca.”
Que tengan una Feliz Navidad y un prospero Año Nuevo.