No, no me alegro de las penurias que están pasando mis familiares y el resto de los cubanos en la isla. Y me preocupa que las leyes que impone el gobierno norteamericano afecten a justos y no a los pecadores. Pero antes de culpar solamente esas leyes y a un gobierno extranjero, analizo el montón de injustas leyes que impone y ha impuesto por años el castrismo a la población y llego a la conclusión que es la anquilosada nomenclatura aferrada al poder... y a un sistema fracasado la principal culpable de la horrible situación económica que atraviesa la isla.
Dos recientes hechos han sido el detonante de esta “coyuntura”.
Primero.
La cancelación por parte de Brasil del programa Mais Médicos. Un acuerdo creado por la presidenta Dilma Rousseff, admiradora y amiga de la dictadura castrista y que terminó siendo destituida de su cargo, donde Brasil pagaba al gobierno cubano una cantidad mensual por cada médico, cantidad que no la ganaban muchos médicos brasileños, y el gobierno cubano a su vez se embolsaba el 90% de ese salario, pagándole a los doctores unas migajas. La cancelación de este trato significó un duro golpe para el cepillo castrista. Para los galenos cubanos, la oportunidad de salir en una misión significaba una tabla de salvación dentro del agobio isleño. Ante los ojos del mundo libre este convenio era visto como una explotación y un método de esclavitud moderna.
Segundo.
La aguda crisis económica venezolana creada por la incompetencia de un modelo calcado del castrista si bien ha perpetuado en el poder a un grupo de ineptos, ha arruinado a un país rico. La mesada que el chavismo ofrecía, por pura propaganda política, a manos llenas llega a su fin. Probando lo fácil que es regalar lo que no es de uno y lo peligroso que es vivir de limosnas. Y seamos sinceros, de limosnas ha vivido el castrismo desde los tiempos de la Unión Soviética.
Conclusión.
Es simplemente escalofriante que después de sesenta años de poder absoluto e ininterrumpido el castrismo y la nación cubana dependan de un barco tanque, un solo barco de petróleo, para no quedarse inmóvil y a oscuras. Amigos, cuando imagino a mi prima en un pequeño cuarto, abanicando con un pedazo de cartón a su hijo en la calurosa madruga cubana, no pienso en Estados Unidos ni pienso en el cubano que pueda alegrarse de esta situación. Pienso en el rollizo Miguel Díaz Canel y en esa camarilla de dirigentes vitalicios pidiéndole sacrificios al pueblo desde un programa de televisión para después tomar un auto abastecido de combustible y marcharse a dormir en una confortable habitación climatizada. No se usted, pero yo primero pienso en ellos. En ellos y después en las madres que los parieron a todos.
Primero.
La cancelación por parte de Brasil del programa Mais Médicos. Un acuerdo creado por la presidenta Dilma Rousseff, admiradora y amiga de la dictadura castrista y que terminó siendo destituida de su cargo, donde Brasil pagaba al gobierno cubano una cantidad mensual por cada médico, cantidad que no la ganaban muchos médicos brasileños, y el gobierno cubano a su vez se embolsaba el 90% de ese salario, pagándole a los doctores unas migajas. La cancelación de este trato significó un duro golpe para el cepillo castrista. Para los galenos cubanos, la oportunidad de salir en una misión significaba una tabla de salvación dentro del agobio isleño. Ante los ojos del mundo libre este convenio era visto como una explotación y un método de esclavitud moderna.
Segundo.
La aguda crisis económica venezolana creada por la incompetencia de un modelo calcado del castrista si bien ha perpetuado en el poder a un grupo de ineptos, ha arruinado a un país rico. La mesada que el chavismo ofrecía, por pura propaganda política, a manos llenas llega a su fin. Probando lo fácil que es regalar lo que no es de uno y lo peligroso que es vivir de limosnas. Y seamos sinceros, de limosnas ha vivido el castrismo desde los tiempos de la Unión Soviética.
Conclusión.
Es simplemente escalofriante que después de sesenta años de poder absoluto e ininterrumpido el castrismo y la nación cubana dependan de un barco tanque, un solo barco de petróleo, para no quedarse inmóvil y a oscuras. Amigos, cuando imagino a mi prima en un pequeño cuarto, abanicando con un pedazo de cartón a su hijo en la calurosa madruga cubana, no pienso en Estados Unidos ni pienso en el cubano que pueda alegrarse de esta situación. Pienso en el rollizo Miguel Díaz Canel y en esa camarilla de dirigentes vitalicios pidiéndole sacrificios al pueblo desde un programa de televisión para después tomar un auto abastecido de combustible y marcharse a dormir en una confortable habitación climatizada. No se usted, pero yo primero pienso en ellos. En ellos y después en las madres que los parieron a todos.
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