Wednesday, August 1, 2018

Una pequeña quemadura.



−Mike line one Mike line one− Escuché a la recepcionista anunciar por los altoparlantes de la factoría. –Mike línea uno, Mike línea uno− Repitió insistentemente. Llegué hasta el teléfono más cercano y descolgué el auricular. −Hello− un tropel de voces se oía en el otro extremo de la línea. Mis hijos Alex y Michael discutían entre ellos a la misma vez que intentaban hablar conmigo. − ¿Qué pasa?− pregunté en tono enérgico, pero la diatriba continuaba. –Fue tu culpa− oía decir a uno. –La culpa es tuya− gritaba el otro.  Diez y ocho años tenían Alex y Michael respectivamente en aquel momento. – ¡Cállense y acaben de decirme que carajo está pasando!− tal fue el grito que se callaron. – Papi, estábamos jugando con unas “smoke bombs” (bombitas de humo) en la camioneta y el asiento se quemo un poquito.− la explicación me la daba Michael, mientras de fondo, escuchaba a Alex refunfuñar. Se referían a una camioneta Ford F100 de 1938 que yo tenía parqueada en casa y en proceso de restauración. Tragué en seco y pregunte, − ¿Le paso algo a ustedes?−  Un dúo enérgico, rotundo en forma de “NO” recibí como respuesta y me tranquilicé.
Y entonces vino la mejor parte.

− ¿De qué tamaño fue la quemadura?

− ¡Chiquitica!

− ¿Cómo la de un cigarrillo?

− No, más grande.

− ¿Un centavo?

−No, más grande.

− ¿Una peseta?

−No, más grande.− repetía el dúo de traviesos.

− ¿Cómo una moneda de un dólar?

− No, mas grande.

− ¿Cómo una bola de beisbol?

− No, más grande.

− ¿Cómo un plato?− pregunte perdiendo la paciencia y subiendo el tono.

− No, máaaaas grande. – y el alargamiento de la “a” me saco de quicio.  

− ¡Me cago en diez! ¿De qué tamaño es el jodido hueco?− grite a todo pulmón. Y entonces escuché la voz de Michael, pausada, en tono bajo pero grave decirme.

− Como un caldero papi.

− ¿Qué tipo de caldero muchacho?

− El que usa Pepe para freír los puercos.

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