Quizás haya
sido la proximidad y la carga emotiva y de añoranza con la que suele venir
acompañada la época navideña. Esta mañana abrí la gaveta del recuerdo y en ella
encontré un documento que mi hermana Marta me había entregado hace unos meses. Es
parte del tesoro familiar, es parte del mapa histórico de nuestra familia. Es el certificado de registro del hierro para
marcar ganado de mi padre José Miguel Grillo. El documento renovado el 28 de
junio de 1957 con sus correspondientes sellos demuestra la excelente
organización que tenia la ganadería cubana antes de 1959. Muestra el dibujo del
hierro con la M y el #7 (la séptima letra del abecedario es la G) y las
regulaciones y instrucciones de donde colocarlo.
No éramos ese país en arrapos
que durante 58 años han intentado hacerle creer a las nuevas generaciones los
que precisamente han dejado a la nación en arrapos. Mi padre no era
latifundista, no era multimillonario. Era un guajiro que nació en una casita de
piso de tierra y techo de guano y que logró con arduo y honesto trabajo, entre
otras cosas, que sus hijos nacieran en una casa de piso de mosaico y techo de
tejas. Voy a enmarcarlo y ponerlo junto a las demás tesoros que me recuerdan de quien y de donde
provengo. Es un pequeño tributo a los que
de una certera manera me recuerdan de donde provengo y hacia dónde debo
dirigirme.
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