El toro de porcelana.

− ¿Puedo verlo tío Pipe?

− Claro hijo, pero con mucho cuidado.

Con extrema precaución, aquel hombre, ponía en mis manos aquella figurina de porcelana, brillosa, detallada. Me llamaban la atención la pelota, aquella protuberancia sobre el lomo que delataba su raza, y la pose, que tantas veces vi repetida en los potreros.

− ¡Qué lindo, tío!

− Si, es una verdadera obra de arte. Me lo regalo Tato, cuando le compré el Precioso 706.

Y en efecto, aquel toro de porcelana fue un regalo de Víctor Espinosa, ganadero de Cabaiguan a mi tío José Alejandro Grillo por la compra de un torete de la raza Cebú registrado bajo el nombre de  Gulliver Precioso 706.

Siempre estuvo allí. Sobrevivió la desidia y los tiempos revueltos que ha vivido la familia y la nación cubana. Sobrevivió a un robo y a cuatro mudanzas. Sobrevivió la llegada del nuevo milenio. Pero no logro sobrevivir el deterioro físico de mi querida tía Digna. En sus últimos días, la viuda de mi tío Pipe, calgaba con él cómo con sus recuerdos, lo dejo caer y se hizo trizas.  

He logrado criar ganado de buena calidad. Algunas revistas, un documento legal, un yugo, un sable, unas espuelas, certificados de registro del ganado y algunas fotos, son parte del patrimonio recuperado, robado a mi familia.

Nunca tuve valor para pedirle a mi primo Vicente, el hijo de Pipe, el toro de porcelana. Algunas fotos que le tome y mi agradecida memoria son suficientes para reproducirlo. Faltan algunos detalles, pero nada me hará más feliz que entregarles a los descendientes de aquellos Grillos originales, una replica del toro de tío Pipe.