El 18 de agosto a las 7:47 PM conduciendo rumbo norte por
Le Jeune Rd, atravesé la intersección de la calle 14 del Noroeste, cometiendo una
infracción. La luz cambio de amarilla a roja, cuando mi vehículo aun tenía los
neumáticos delanteros sobre la franja peatonal del lado sur. O sea, me lleve la
luz roja. Las famosas camaritas entraron es acción. Recuerdo el flash, que como
un relámpago ilumino el interior del auto en la oscuridad de la tarde. No tardó
en llegar vía correo, una notificación de la Ciudad de Miami donde están todos
los detalles de los hechos acaecidos en aquel momento. Tres fotos muestran mi
auto entrando y pasando la intercepción con la luz en rojo. Una dirección de
internet permite ver el video.
No es mi intención debatir la acusación. Soy culpable.
Las razones por las cuales escribo esta nota son dos detalles que me llamaron
poderosamente la atención y me enojaron enormemente.
Primero: la abusiva cantidad de $158.00 que para
cualquier conductor es la mitad del salario de una semana. Entiendo que la
posición económica de los funcionarios, desde el alcalde hasta el último
comisionado que aprobaron la ley para instalar las camaritas, les permite pagar
una multa como esta sin dañar el presupuesto familiar. Pero el resto de los
residentes de Miami no somos ni alcaldes ni comisionados.
Segundo: cuál sería mi sorpresa al comprobar que la
dirección donde tengo que remitir el pago, es un apartado postal en la ciudad
de Cincinnati, Ohio.
O sea, los empleados que ganan salarios por procesar el
cobro de estas infracciones, no son residentes de la ciudad de Miami. Nuestro
dinero va a crear empleos en otra ciudad.
¿Quién aprobó esta medida? ¿Quién estructuró este mal negocio?
Me gustaría por
este medio hacerle llegar al alcalde Tomas Regalado y a todos los comisionados
de Miami mi más enérgica protesta en nombre de los residentes de la ciudad. Tomas enterate:
el dinero que disponemos para sufragar este mal negocio y este robo en forma de
multa no nos fue regalado.