En la década del 60 siendo yo un niño, era un ávido lector de la vieja
colección de Selecciones del Reader’s Digest de mi padre. Allí descubrí interesantes artículos,
una sección bajo el titulo: “Mi personaje inolvidable” era una de mis favoritas. Aquellas historias eran relatos de
encuentros o relaciones de gente común con famosos, como escritores, peloteros,
boxeadores o artistas.
Mi amor por la lectura se lo debo, en parte, a mi primo Pepe Grillo él supo captar la atención de aquel
niño que fui, y me enseño e explorar esa riqueza escrita en páginas. Fue
un ávido cazador, pescador y un hombre de vastos conocimientos, se convirtió en uno de mis héroes de
la infancia.
Aunque parezca un trabalenguas no lo es, de Cuba, yo nunca me he ido, y cinco veces me
he ido de Cuba, la cuarta vez en 1995 me lo lleve conmigo. Los nueve años que
compartimos en República Dominicana consolidaron aquella relación, esta
vez ya siendo yo un hombre, aquellos años me dieron la oportunidad de conocerlo
mejor. Nada que yo escriba alcanzara la magnitud de justo tributo a su memoria.
No era perfecto, era humano, como yo y como tú, que me lees, cometió grandes
errores, quizás eso me hace quererlo más. Sinceridad, honestidad y lealtad son
tres palabras fáciles de escribir y difíciles de cumplir, entre él y yo jamás
fueron empañadas.
Anoche, buscando en un viejo álbum de fotos aparecieron
tres de él con mis hijos en dominicana, por esas cosas del destino, hoy mi
prima Ileana cuelga en mi muro de Facebook cuatro fotos de su última etapa en Cuba. Lo volví
a ver, cultivando flores, rodeado de aquel paraje que nos vio nacer y donde él paso
los últimos días de su vida. Esto me reafirma que entre nosotros no existe el
desencuentro, quizás porque nunca existió la despedida.
En unos meses se cumplirá un año de su muerte, puedo reiterar sin exageración que
cada día de ausencia se reafirma en mí la siguiente convicción: Mi primo Pepe
Grillo es y será uno de mis personajes inolvidables.
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