Thursday, October 19, 2017

Los peligros de la tecnología.

Fernando me abre la puerta y una nube de aire gélido me empaña los lentes. Viste un jersey cuello de tortuga, pantalón y abrigo largo de lana y una bufanda que apenas le permite emitir palabras.   

− ¿Que pasa aquí Fernando? –pregunto asombrado−

−Nada, que a este jodido viejo le ha dado por decir que tiene calor. Cosas de la mente, Nilda no quiere contrariarlo y desde esta mañana vivimos en el puto Polo Norte. –Fernando se refiere a su suegro, Faustino, un anciano octogenario que sentado en un sofá con una ligera pijama, rojo como un pimiento, suda a choros y tiembla como un majarete.

− ¿Oye, no tendrá fiebre? –le pregunto con preocupación.−

− Mari Tere pasó por aquí y nos dijo que le quitáramos la ropa y lo refrescáramos. Además le hemos puesto el termómetro treinta veces y tiene la temperatura perfecta, 98.6 −

− ¿No estará malo el aparato?

− No jodas Miguel, el segundo que compramos y de última tecnología.

Me acerco y pongo la palma de la mano sobre la frente de Faustino. El viejo balbucea algo que en primera instancia creo que es referente a Fernando, “minuero” creo que dice.  Pero no, casi inaudible sin fuerzas me dice.

− Me muero.

− Tranquilo abuelito. Le digo al tembloroso anciano.

−A ver Fernando tráeme ese termómetro. –

Y se lo coloco debajo de la reseca lengua. Solo unos segundos el termómetro marca 105 grados Fahrenheit, el equivalente a más de 41 grados Celsius.

−Le tiene que haber subido ahora porque toda la mañana a tenido 98.6 y eso no son ni 37.

−Mira, llama al rescate y que lleven a Faustino a emergencias que esto no luce bien.

Así lo hacen. Estando en casa recibo la llamada de Fernando.

−Grillo, el viejo tiene neumonía doble. Por poco se jode.

− ¡Que se mejore pronto! Le respondo mientras paso de una yema del dedo a otra la cobertura de plástico transparente con los números 98.6f que cubría la pantallita del termómetro y que retire antes de introducírselo a Faustino en la boca.
 

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