Fernando
me abre la puerta y una nube de aire gélido me empaña los lentes. Viste un jersey
cuello de tortuga, pantalón y abrigo largo de lana y una bufanda que apenas le
permite emitir palabras.
− ¿Que
pasa aquí Fernando? –pregunto asombrado−
−Nada, que
a este jodido viejo le ha dado por decir que tiene calor. Cosas de la mente, Nilda
no quiere contrariarlo y desde esta mañana vivimos en el puto Polo Norte. –Fernando
se refiere a su suegro, Faustino, un
anciano octogenario que sentado en un sofá con una ligera pijama, rojo
como un pimiento, suda a choros y tiembla como un majarete.
− ¿Oye,
no tendrá fiebre? –le pregunto con preocupación.−
− Mari
Tere pasó por aquí y nos dijo que le quitáramos la ropa y lo refrescáramos. Además
le hemos puesto el termómetro treinta veces y tiene la temperatura perfecta,
98.6 −
− ¿No estará
malo el aparato?
− No
jodas Miguel, el segundo que compramos y de última tecnología.
Me acerco
y pongo la palma de la mano sobre la frente de Faustino. El viejo balbucea algo
que en primera instancia creo que es referente a Fernando, “minuero” creo que
dice. Pero no, casi inaudible sin
fuerzas me dice.
− Me
muero.
−
Tranquilo abuelito. Le digo al tembloroso anciano.
−A ver
Fernando tráeme ese termómetro. –
Y se lo
coloco debajo de la reseca lengua. Solo unos segundos el termómetro marca 105 grados
Fahrenheit, el equivalente a más de 41 grados Celsius.
−Le tiene que haber subido ahora porque toda la mañana
a tenido 98.6 y eso no son ni 37.
−Mira, llama al rescate y que lleven a Faustino a emergencias
que esto no luce bien.
Así lo hacen. Estando en casa recibo la llamada de Fernando.
−Grillo, el viejo tiene neumonía doble. Por poco se
jode.
− ¡Que se mejore pronto! Le respondo mientras paso
de una yema del dedo a otra la cobertura de plástico transparente con los números
98.6f que cubría la pantallita del termómetro y que retire antes de introducírselo
a Faustino en la boca.
No comments:
Post a Comment