Monday, December 1, 2014

Adios a un montero.


Roman Mesa, Horacio Grillo, Miguel Grillo (2002)
 
Llegó al callejón de la finca La Esperanza, en el Central Mercedes, al estilo viejo oeste americano, con todas las pertenencias de su familia sobre una carreta de bueyes y tres caballos atados en forma de longaniza, detrás de la carreta. En semanas previas, había construido una casita campestre de paredes de tabla y techo de tejas rojas. En semanas posteriores, construyó su leyenda.

Domador de caballos, montero, hombre de campo. Estos son los adjetivos con los que puedo calificarlo. Hábil en el adiestramiento de caballos para la lidia de ganado, su casa se convirtió en el punto de convergencia de los chicos del barrio, que íbamos admirados a verle montar por primera vez algún potro semisalvaje. Con destreza, cortaba crines y colas, convirtiendo pencos de dudosa raza en bellos ejemplares. Con betún de lustrar calzado, hacia brillar los cascos. Húmeda y tejida en una trenza, una escasa y descuidada cola se convertía en hermosa y ondulante obra de arte.
 

Un caballo grande, negro y holgazán comprado por unos pocos pesos a mi primo Alfredo Grillo, se convirtió en un caro y bello ejemplar de brilloso pelambre bajo su cuido. Recién bañado, atado debajo una frondosa mata de mangos, un chorrito de creolina en cada casco, aquel “avispado” animal parecía capaz de tragarse el mundo. Así lo vieron aquellos guajiros que vinieron desde Jagüey Grande y pagaron mil pesos cubanos por él.  

El último recorrido a caballo que hice por lo que un día fue la finca de mi familia, lo hice con él. Me ensilló su mejor Quarter Horse para la ocasión. Cuando me fui en 1970 del callejón de mi infancia, lo deje allí domando y entrenando caballos. De vez en cuando le hice llegar ejemplares de la revista American Quarter Horse Journal. Siempre recibí mensajes de agradecimiento. Uno de ellos en forma de una jáquima confeccionada por él. La última vez que nos vimos personalmente fue en febrero del 2002. Sombrero y habano presente, charlamos toda una tarde, recordando acontecimientos de mi niñez. – ¿Tienes buenos caballos? Le pregunte. –Prácticamente, ni eso queda ya aquí Miguelito. Me dijo haciendo una mueca.   

Ayer recibí la mala nueva. Una vez más noviembre se lleva un amigo, a un buen amigo. Di un largo  recorrido por mis establos. Limpié y acicalé mi mejor montura y escribí esta nota llena de dolor. Es el mejor homenaje que le puedo hacer a un hombre como Román Mesa.


6 comments:

  1. Muy bonito lo que dices. EPD
    Espero que cuando a mi me toque la pelona me escribas algo bello tambien. Saludos. K.

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  2. Migue comparto contigo con ese hombre monte mis primeros caballos en mi niñez y mucho tubo que ver con quien soy hoy

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  3. Conoci a Roman Mesa, mi mama y mi hermano chino Ruben vivieron un t iempo cerca de el..en una casa que les prestaron cuando la de ellos se cayo en el Central,y s e visitaban,,en mas de dos ocasiones lo vi, y era muy simpatico por cierto...Creo que disfruto la vida,haciendo lo que le gus taba,,,hasta un dia,,que no tuvo mas sus caballos...ahora.....que descanse en paz. Tu dedicatoria,,muy llena de sentimientos,,nostalgias y es el mejor homenaje que pudistes hacerle. que bueno que tenias esa foto.

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  4. María Esperanza SemperDecember 2, 2014 at 5:40 AM

    Como siempre escrito con el Corazon. Fue un privilegio que vivieras en un lugar tan especial y redoado de personas ejemplares. Tu escrito es un homenaje verdadero.

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  5. Siempre quedan ganas de conocer a las personas de las que cuentas... pq lo haces de una manera tan especial.. pero sobre todo pq se que fueron especiales, sino no contarias de ellas. Tantos hombres de gran talante en una isla tan pequeña, no ? Y cuando talento desperdiciado... q tal este hombre en España o en America... ? Pero el destino le toca la puerta de diferente manera a todos.... se quedo para disfrute de la gente limpia y fresca de un central.... hay hombres q disfrutan de una manera intensa y compleja la vida simple ! Ud es uno de ellos.... y eso lo aprecio !

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