Viejo, hoy desperté pensando en ti. Te imaginé montado
en un caballo en medio de un enorme potrero rodeado de curiosos añojos en ceba.
El pasto bien asistido, la cercas meticulosamente situadas. Te vi analizar la
compostura y los rasgos en la anatomía de cada uno de los ejemplares. Incluso
te oí repetir la frase, "ves hijo, se llama ganado, GA-NA-DO, la palabra
te lo dice todo." Y es que, lo que hoy imagino, lo escuché y lo presencié
de niño.
Viejo, hoy amanecí
pensando en ti. Sera porque
un día como hoy, un 17 de enero, pero de 1909 Juana te paría en el pequeño cuartito
de un bohío de paredes de tabla, techo de guano y piso de tierra. ¿Cómo pudiste
lograr todo lo logrado? Pues con una frase, una simple frase que solías repetirme
y que me ha servido hasta el día de hoy.
Puede que el paraíso exista, puede que
sea solo un cuento para consolar y dar ánimo a algunas almas en este difícil
arte que es vivir. Pero viejo, exista o no, yo tengo la completa convicción de
que tu estás en el. Esa convicción se la debo a que fui testigo que una vez te lo
robaron, te lo destruyeron y con trabajo y esfuerzo lograste reconstruirlo. Y a
la frase que mil veces repetiste, “Hijo,
el paraíso se lo construye uno mismo.”
¡Feliz cumpleaños mi viejo!