Por la variedad de su canto puede ser tenor o barítono, con facilidad alcanza casi todo el espectro sonoro, notas agudas y notas graves se mezclan en sutil melodía. Nadie le impartió clases de canto, por esas maravillas de la madre naturaleza, aprendió solo. Es la música que más disfruto.
Todos los años asisto a sus conciertos, son al aire libre, en esta época del año, cuando la primavera nos rodea de flores, verdor y vida. Comienza con los primeros claros del día, cuando el sol aun no ha recaudado fuerzas para secar el rocío depositado durante la noche sobre las plantas.
Sus actuaciones son gratis, amenas y alegres, su auditorio, el bohío de guano y el patio de mi casa. Todas las mañanas, mientras disfruto mi desayuno, me deleito con su actuación. Una variedad de ritmos, de sonoridades van inundando el ambiente. Ayudan a la mañana a desprenderse de la madrugada para convertirse en luminoso día. Él, la acompaña a ella y a mí, en esa magnífica celebración llamada amanecer.
Sus actuaciones son gratis, amenas y alegres, su auditorio, el bohío de guano y el patio de mi casa. Todas las mañanas, mientras disfruto mi desayuno, me deleito con su actuación. Una variedad de ritmos, de sonoridades van inundando el ambiente. Ayudan a la mañana a desprenderse de la madrugada para convertirse en luminoso día. Él, la acompaña a ella y a mí, en esa magnífica celebración llamada amanecer.
Este año aprendimos a cantar a dúo, comencé siguiéndolo en su canto, haciéndole la segunda, después me permitió escoger la melodía y reproducía mis tonos al pie de la letra.
Este mundo lleno de avances tecnológicos, de iPhones, iPads, cada día nos aparta más de la maravillosa música que nos regala la naturaleza, el cadencioso oleaje del mar, la corriente de un rio, el silbido del viento en las ramas de un árbol, o el canto de un ave.
Hoy, su canto me hizo saber que algo andaba mal, muy mal. Era grave, triste, lo percibí como un lamento, como una marcha fúnebre. Lo vi y su aspecto era desolador. Me acerque y pude descubrir la razón, su hogar, una obra de arte fruto de arduas horas de trabajo había sido víctima de un depredador, sus crías devoradas. La naturaleza puede ser extremadamente cruel.
Un nudo en la garganta me hizo perder el apetito y dejar el café a medias. Regresé a casa. Allí en la florecida buganvilia lo deje, solo, triste, llorando su infortunio. ¿Pero, qué te pasa? - Me pregunto Rebeca.- Despejé mi garganta para contestarle. – Que nada suele ser más alegre o más triste, que el trino de un sinsonte -.