Tuesday, August 28, 2012

Felicidades Mamuchi.


 


Hoy sentí necesidad de verte, de hablarte, quizás por eso fui a visitarte. Trate de imaginarte, joven, casi niña, con tu mejor vestido. Tu vestido de domingo. En aquella fiesta rural, en aquel Torneo, donde el primer premio lo gano el joven y apuesto José Miguel Grillo Martin, en su caballo Gasolina. En aquel evento se fijo en ti por vez primera. Esa noche bailaron y te susurró al oído cosas de enamorados. Después se juraron amor y un día te pidió vivir juntos para toda la vida. Así lo hicieron. − “Hijo, tenía el rostro tierno como un ángel.” Me confesó mucho tiempo después mi padre.  
¿Sabes algo? Fue precisamente ese rostro angelical lo primero que vi, cuando mis pequeños ojos se abrieron a la luz, hace 56 agostos en aquella lejana finca en el Central Mercedes. Tus manos fueron las primeras que me asearon, me alimentaron, me peinaron, me vistieron y me acariciaron. Me acostumbre a ellas. De tu voz escuche la primera nana y el primer y más sincero, te quiero. De tu mano asistí a la escuela por vez primera y de ellas recibí el medicamento que curaba la enfermedad de turno. 
Miles de kilómetros, un idioma extraño, abandonar tu entorno, no fueron obstáculos para brindarme la oportunidad de crecer y vivir en libertad. Con los años tu piel perdió su lozanía y se lleno de arrugas, tus manos se hicieron más suaves y tu alma más dulce y cariñosa. Jamás perdiste la sonrisa ni la dulzura. Han pasado muchos años, desde aquel triste mes de mayo de 1993 en que tu corazón dejo de latir. Tus nietos han crecido atesorando tu recuerdo y todo el que te conoció te recuerda con cariño. Y a mí, me sigue ahogando y doliendo tu ausencia. 
Por eso hoy, 28 de agosto de 2012, fui a visitarte. En el lugar donde depositamos hace 19 años tu cuerpo inerte. Sé que nada de ti queda allí, que todo lo que fuiste está y estará con nosotros. Estará en la memoria, en el corazón, y en el alma de los que te amamos. No pude evitar llorar de rodillas sobre tu tumba, porque te extraño, porque aún me haces falta. El sentimiento de desolación no es comparable al de agradecimiento, al de orgullo, por haber nacido de aquella unión y de ti.
Tienes que haberme escuchado vieja. Lo repetí varias veces, mientras la cálida brisa de agosto me secaba las lagrima: “Gracias, y feliz cumpleaños Mamuchi”



 

 

Thursday, August 23, 2012

Carta de un joven que se ha ido


Rafael Hernández, director de la revista Temas, escribió recientemente un articulo en forma de carta: “Carta a un joven que se va”. La carta de Rafael cuestiona y critica la decisión de los jóvenes cubanos de marchar al exterior. Iván López Monreal, joven cubano de 28 años residente en Bulgaria le da respuesta en un artículo titulado: "Carta de un joven que se ha ido".

Por varias razones quise traerla a mi espacio, menciono solo tres: conozco miles como Iván, Iván puede ser mi hijo, yo de alguna forma soy Iván.
 

Carta de un joven que se ha ido.

Estimado Rafael Hernández:
He leído con mucho interés su “Carta a un joven que se va”. Me he sentido aludido, porque hace dos años me marché de Cuba, tengo 28 años y vivo en Pomorie, una ciudad balneario situada en el este de Bulgaria.
La razón por la que le escribo es para intentar explicarle mi postura como joven cubano emigrado. Sin solemnidades ni verdades absolutas, porque si algo me ha enseñado dejar mi país, es descubrir que esas verdades no existen.
Puede que algunos de los que nos hemos marchado en los últimos años (somos miles) tengan claro el momento en que decidieron hacerlo. Yo no. Lo mío fue progresivo, casi sin darme cuenta.
Empezaría con ese recurso tan cubano que es la queja. Por nimiedades, tal vez. Por lo que no hay, por lo que no llega, por lo que pasa, por lo que no pasa, por no saber. O no poder. La queja no es grave, lo grave es que se cronifique como una enfermedad cuando nada parece resolverse. Y uno puede aceptar que eso es así, y es tu país para lo bueno y para lo malo, o pasar a la siguiente categoría, que es la frustración. O sea, descubrir que la solución a la mayoría de los problemas no está en tus manos. O no te permiten hacerlo. O aún más triste: no parece importar.
Abandonar o permanecer en tu país es una decisión muy personal que nunca debe juzgarse en términos morales. Yo elegí este camino porque quería un futuro diferente al que veía en Cuba, y salí a buscarlo consciente de que podía salir mal, pero quise correr ese riesgo. No voy a mentirle diciendo que fue doloroso. No lloré en el aeropuerto. Todo lo contrario, me alegré. Le digo más, me liberé
Tiene usted razón cuando dice que mi generación carece de esos lazos emocionales que generan experiencias como Playa Girón, la Crisis de Octubre o la guerra de Angola.
Pero no se equivoque, yo también he tenido mis epopeyas. A lo mejor no tan épicas, pero sí igual de demoledoras. En estos veintidós años que menciona, he visto degradarse el país por el tanto lucharon mis padres.
He visto marchar a mis maestros de primaria y secundaria. He visto a familias discutir por el derecho a comerse un pan. He visto el malecón lleno de gente nerviosa gritando contra el gobierno, y gente aún más nerviosa gritando a su favor.
He visto a jóvenes construyendo balsas para huir quién sabe a dónde, y a una turba lanzando mierda de gato contra la casa de un “traidor”.
Incluso, Rafael, he visto a un perro comiéndose a otro perro en la esquina habanera de 27 y F. Y también he visto a mi padre, que sí estuvo en Angola, con el rostro pálido, sin respuestas, el día que un custodio de hotel le dijo que no podía seguir caminando por una playa de Jibacoa (frente al camping internacional) por ser cubano.
Yo estaba con él. Yo lo vi. Tenía diez años, y un niño de diez años no olvida cómo la dignidad de su padre se va a la mierda. Aunque haya vuelto de una guerra con tres medallas.
Me habla usted de las conquistas sociales de la Revolución. De la educación y la medicina. Voy a hablarle de mi educación. Tuve buenos maestros, y cuando se marcharon fueron sustituidos por otros menos preparados que, a su vez, fueron reemplazados por trabajadores sociales que escribían experiencia con S y eran incapaces de señalar en un mapa cinco capitales de Latinonamérica (esto no me lo contaron, lo viví)
Mis padres tuvieron que contratar maestros privados para que yo aprendiera de verdad. No lo pagaban ellos sino una tía mía radicada en Toronto. De modo que si somos honestos, buena parte de la formación que tengo se la debo a los clientes del restaurante griego donde trabajaba mi tía.
Pero hay más. En tiempos de mi hermana mayor era extremadamente raro que un alumno sacara una nota de cien. En mi época el cien se volvió algo común, no porque los alumnos fuésemos más brillantes sino porque los profesores bajaron sus exigencias para maquillar el fracaso escolar.
¿Y sabe una cosa? Yo tuve suerte, porque los que venían detrás de mí en vez de maestros tuvieron un televisor.
De la medicina poco tengo que decirle porque usted vive en Cuba. Y salvo el hecho de mantenerse la gratuidad, cosas que admito sigue siendo meritoria, el estado de los hospitales, la precariedad de unos médicos mal pagados y la creciente corrupción empujan cada vez más al sistema de salud hacia ese tercer mundo del que tanto hizo por alejarse.
Y lo cierto es que, hoy en día, un cubano que maneje divisas tiene más posibilidades de recibir un tratamiento mejor (haciendo regalos o incluso pagando) que uno que no lo tenga, aunque sea de forma ilegal. Y aunque la constitución diga otra cosa.
Por triste que resulte admitirlo, Rafael, la educación y la medicina de la que disponen los cubanos de hoy es peor que la que disfrutaron mis padres.
Usted dice que el país hace un gran esfuerzo, que existe un embargo. Y yo le respondo que también existe un gobierno que lleva cincuenta años tomando decisiones en nombre de todos los cubanos.
Y si estamos en el punto en el que estamos, lo más sano es que admitiera que no ha sabido, o no ha podido, o no ha querido hacer las cosas de otra forma.
Por la razones que sea. Porque el fracaso también está cargado de razones. Y en vez de atrincherarse con sus figuras históricas en el Consejo de Estado, debería dar paso a los que vienen detrás.
Rafael, es muy frustrante para un joven de mi edad ver que en Cuba llevamos 50 años sin que se produzca un relevo generacional porque el gobierno no lo ha permitido. Y no hablo de que me den el poder a mí, que tengo 28 años.
Hablo de los cubanos que tienen 40, 50 o incluso 60 años y no han tenido nunca la posibilidad de decidir. Porque las personas que hoy en día tienen esas edades y ocupan puestos de responsabilidad en Cuba no han sido formados para tomar decisiones, sino para aprobarlas.
No son dirigentes, son funcionarios. Y ahí incluyo desde ministros hasta los delegados de la asamblea nacional. Son parte de un sistema vertical que no da margen para que ejerzan la autonomía que les corresponde.
Todo se consulta. Y contrario a lo que dice el refrán: en vez de pedir perdón, todos prefieren pedir permiso.
Dice usted que en mi país se puede votar y ser elegido para cargos desde los 16 años. Y que la presencia de jóvenes delegados ha bajado desde los años 80 hasta ahora. Incluso me advierte que si seguimos marchándonos, habrá menos jóvenes votando y por tanto menos elegibles.
Y yo le pregunto: ¿De qué sirve mi voto? ¿Qué puedo yo cambiar? ¿Qué han hecho los delegados de la asamblea nacional para que me interese por ellos?
Seamos sinceros, Rafael, y creo que usted lo es en su carta, así que yo también quiero serlo en la mía, ambos sabemos que la asamblea nacional, tal y como está concebida, solo sirve para aprobar leyes por unanimidad.
Resulta paradójico llamarle asamblea a una institución que se reúne una semana al año. Tres o cuatro días en verano y tres o cuatro días en diciembre. Y en esos días se limita a aprobar los mandatos del Consejo de Estado y de su Presidente, que es quien decide lo que se hace o no se hace en el país.
Lamentablemente, yo no puedo votar a ese presidente. Y no sabe cuánto me gustaría hacerlo.
Hace unos días escuché a Ricardo Alarcón confesarle a un periodista español que él no cree en la democracia occidental “porque los ciudadanos solo son libres el día que votan, el resto del tiempo los partidos hacen lo que quieren...”
Aunque fuera así, que no lo es (al menos no siempre, y no en todas las democracias), estaría reconociendo que desde que yo nací, en 1984, los electores en Estados Unidos, por ejemplo, ha tenido siete días de libertad (uno cada cuatro años) para cambiar a su presidente. Algunas veces lo han hecho para bien, y otras para mal. Pero esa es otra historia.
Un joven de New Jersey que tenga mi edad ya ha tenido dos días de libertad para, por ejemplo, echar a los republicanos de Bush y nombrar a Obama.
Los cubanos no hemos podido tomar una decisión así desde 1948 (no incluyo las elecciones de Batista, por supuesto).
Y si usted me dice que la capacidad de nombrar a un presidente no es relevante para un país yo le digo que sí lo es. Y más para un joven que necesita sentir que se le toma en cuenta. Aunque solo sea por un día.
Usted probablemente piensa que los que nos marchamos elegimos el camino más fácil, que lo duro es quedarse a resolver los problemas.
Pero le tengo que decir que mis abuelos y mis padres se quedaron en Cuba para pelearse con esos problemas. Renunciaron a muchas cosas por la Revolución y hasta se jugaron la vida por ella. Para darme un país avanzado, equitativo, progresista. Y el que me han dado es uno en el que la gente celebra poder comprar un carro y vender su casa como si fuera una conquista.
Pero eso no es una conquista, es recuperar un derecho que ya teníamos antes de la Revolución.
¿A eso hemos llegado? ¿A celebrar como un éxito algo tan básico? ¿Cuántas otras cosas básicas habremos perdido en estos años?
Para mis padres es doloroso asumir ese fracaso, y no lo quieren para mí. No quieren que con 55 años tenga un sueldo que no me alcance para vivir, ni el sueldo ni la libreta
Porque no alcanza. Y no quieren que para sobrevivir acuda al mercado negro, a la corrupción, a la doble moral, a fingir.
Prefieren que esté lejos. A los 28 años yo me he convertido en la seguridad social de mis padres, ¿O cómo cree que sobreviven dos personas con 650 pesos?
Sí, Rafael, hemos tenido que irnos cientos de miles de cubanos para que nuestro país no quiebre. Lo que Cuba ingresa de nuestras remesas es superior, en valor neto, a casi todas sus exportaciones. Eso sí, el país ha perdido juventud y talento, y en vez de abrir un debate realista sobre cómo parar esa sangría, sigue anclado a un inmovilismo ideológico que no es otra cosa que miedo al futuro.
¿Y qué hago yo en un país cuyos gobernantes le tienen miedo al futuro...? ¿Esperar a que se mueran...? ¿Esperar a que cambien las leyes por generosidad y no por convicción? ¿Qué hago yo en un país que sigue premiando la incondicionalidad política por encima del talento? ¿A qué puedo aspirar si no basta con lo que soy y lo que hago...?
¿A convertirme un cínico? ¿O me anima usted a que dé la cara y diga lo que pienso? Algunos jóvenes de mi generación ya lo han hecho, ¿Y dónde están?
Recordemos a Eliécer Ávila, un estudiante de la Universidad de Oriente que tuvo la valentía de preguntarle a Ricardo Alarcón por qué los jóvenes cubanos no podíamos viajar como cualquier otro, y fue represaliado por el sistema.
Él no tuvo la culpa de que allí hubiera un cámara de la BBC , ni de la respuesta ridícula que dio Alarcón (aquella barbaridad de que el cielo se llenaría de aviones que chocarían entre ellos)
Hoy Eliécer vive marginado por razones políticas. Y no es un terrorista ni un mercenario ni un apátrida, es un joven humilde, mulato, universitario, que cometió el error de ser honesto.
Que triste hacer una revolución para terminar condenando a alguien por ser honesto. ¿Para eso quiere usted que me quede, Rafael?
Dejar tu país y tu familia no es un camino fácil. Ni la solución a nada, solo es un principio. Te vas a otra cultura, tienes que aprender otro idioma, pasas momentos muy malos.
Te sientes solo. Pero al menos tienes el alivio de saber que con esfuerzo puedes conseguir cosas.
Mi primer invierno en Bulgaria fue muy duro, conseguí trabajo como transportista y pasé cuatro meses subiendo y bajando lavadoras para ahorrar dinero y poder viajar a Turquía. Una ilusión que tenía desde niño. Y viajé.
No tuve que pedir un permiso de salida ni mi avión chocó con ninguno. Pude cumplir el sueño de Eliécer. Y me alegro de haberlo hecho.
He conocido otras realidades, he podido comparar. He descubierto que el mundo es infinitamente imperfecto, y que los cubanos no somos el centro de nada.
Se nos admira por algunas cosas igual que se nos aborrece por otras.
También he descubierto que irme no ha cambiado mis convicciones de izquierda. Porque lo de Cuba no es izquierda, Rafael. Póngale usted el nombre que quiera, pero no es izquierda.
Yo estoy de parte de aquellos que buscan el progreso social con igualdad de oportunidades y sin exclusiones. Pienses como pienses. Sin sectarismo ni trincheras. Porque eso solo sirve para enfrentar a la sociedad y sustituir verdades por dogmas.
Por último, Rafael, la casualidad quiso que terminara en un país que también estuvo gobernado por un partido y una ideología única. Aquí no hubo revolución de terciopelo como en Checoslovaquia, ni derribaron un muro como en Berlín ni fusilaron un presidente como en Rumania. Aquí, como en Cuba, la gente no conocía a sus disidentes.
Aquí no había fisuras, y sin embargo, en una semana pasaron de ser un estado socialista a una república parlamentaria. Y nadie protestó. Nadie se quejó.
No puedo evitar preguntarme, ¿Acaso pasaron 40 años fingiendo? Desde entonces no han tenido un camino de rosas, han enfrentado varias crisis, incluso la población ha llegado a vivir con peor calidad de la que tenía en los años 80, pero curiosamente, la inmensa mayoría de búlgaros no quiere volver atrás.
Y eso que el socialismo que dejaron ellos era bastante más próspero que el que hoy tenemos los cubanos. Pero en este país no piensan en el pasado, piensan en el presente. En mejorar la economía, en resolver las desigualdades (que las hay, como en Cuba), en combatir la doble moral, los personalismos y la corrupción que generó el estado durante décadas.
El día que ese presente importe en Cuba, no tenga duda, nos veremos en La Habana.
Iván López Monreal
Pomorie, Bulgaria.
10 de agosto del 2012


Monday, August 20, 2012

De mulos y burros.


Una noticia aparecida hoy, 20 de agosto de 2012 en primera plana de Granma, diario oficial del gobierno Castrista informa que: “Por primera vez en los últimos seis años, campesinos de la provincia de Granma lograron detener el continuo decrecimiento que en las montañas del territorio registró la población del mulo.”

Ulises Ochoa, funcionario de la Agricultura al frente del programa mular, (¡Oigan esto, “programa  mular”!), en la provincia oriental, informó al diario que: “ya se produjeron los 353 alumbramientos comprometidos para el 2012; una cifra que supera en 91 la del almanaque anterior, sin contar las más de 100 yeguas reproductoras actualmente gestadas; con cuyas crías la masa total podría exceder los 4300 mulos.” El funcionario también informo: “el saldo positivo de este año a la reducción de las bajas por muerte, hurto o vejez.”

El hecho que una noticia con estas características tenga la importancia para aparecer en la portada del principal diario del país nos da una idea del nivel económico que la gestión de los hermanos Castro ha colocado la nación cubana. Es conocido que el tiro animal ha reaparecido en la Isla, son comunes en la agricultura y en el transporte. Fidel y Raúl en su empecinamiento han llevado a un país prospero a la edad de piedra, y todavía algunos insisten en llamar aquel engendro, revolución.

Acostumbrado tienen que estar los cubanos, en ningún país del mundo un gobernante se ocupa de la ganadería, en Cuba, Fidel se ocupó durante mucho tiempo de una sola vaca, la llamó Ubre Blanca y su producción láctea aparecía diariamente en el periódico de marras. Nada es comparable a los caprichos del poder absoluto.

No sé cuál será el final de estos mulos de Oriente, imagino que nada agradable, al menos mientras las riendas del poder sigan en manos de un par de burros en la Habana.

Tuesday, August 14, 2012

Post para un pos-trado.


Los adoradores de Fidel Castro, se cansaron de enviar felicitaciones por el 86 cumpleaños  al  anciano líder, pero solo silencio recibieron por respuesta. El comandante tiene quien le escriba, pero ya no contesta. El cumpleañero no fue capaz de garabatear en un trozo de papel una mini reflexión, como aquellas ultimas que escribió hace ya dos meses, de corte delirante, para agradecer las  muestras de adulación de sus huestes.

Sus acólitos, especialmente los nacionales están acostumbrados a ese tipo de tratamiento de segunda, Fidel simplemente les da la espalda. Los medios de prensa cubanos  tienen la necesidad de citar fuentes  externas para referirse a los aconteceres en Punto Cero. A nadie desprecian más los déspotas que a los alcahuetes.

Solo en una nota, que apareció y desapareció como por arte de magia revolucionaria en el blog oficialista Cubadebate se leía: Chávez conversa con Fidel: “¡Es impresionante su energía y lucidez!” Ese fue el mensaje que el mandatario venezolano público en su cuenta de Twitter.  Y a su vez, fue la única referencia al estado físico del birthday boy. Basta ver el último video disponible del paciente, durante la visita al Papa, para llegar a la conclusión de que si algo no está Fidel es enérgico y lucido.

Gabo fue un visionario, con la genialidad que lo caracterizaba me regalo la escena: En un tocadiscos suena La Internacional, el aire fétido espanta las moscas, vacas (tataranietas de Ubre Blanca) rumiando las cortinas de cretona, auras tiñosas entrando por los ventanales de Punto Cero, un trovador que nadie recuerda canta llorando El Necio, mientras Chavez twitea: “¡Fidel  inaugura la primera planta procesadora de Moringa!”. Este no es el otoño del patriarca, es el invierno del déspota.   

No lo dudo, amortajado y en su ataúd Fidel Castro será el cadáver más lucido, enérgico y saludable jamás visto.

Un paladar.



La semana pasada un selecto grupo de Chefs (53) en un artículo publicado por la revista Newsweek escogieron lo que consideran son los mejores restaurantes del mundo. Imagino que será sorpresa para algunos que en la lista de 101 lugares donde mejor se come en este planeta aparezca un paladar cubano. Pues sí, Paladar Doña Eutimia, localizado en La Habana Vieja, fundado y administrado por su propietaria Leticia Abad fue incluido en esa selecta lista, por su excelente servicio, calidad y precios. ¡Eso sí es una perla!

Para mi es una prueba más de lo que es capaz el cubano si le dan la oportunidad y la libertad para realizarse, oportunidad y libertad que le ha sido escamoteadas durante más de medio siglo por el régimen de los hermanos Castro.  Esta noticia y un reciente artículo de Leonardo Padura publicado en su blog La esquina de Padura bajo el titulo: “El turno de las cooperativas” le vienen como añillo al dedo a aquellos que aún apuestan e insisten en empresas de gestión estatatal en Cuba. Otro sentimiento además de la ignorancia tiene que alimentar ese trasnochado juicio. ¿Tendrá ese nefasto sentimiento llamado envidia algo que ver en esa manía de impedir y perseguir el mejoramiento humano propio?  Creo que si lo tiene, aunque en ocasiones se presenten vestido con el harapiento y miserable traje de la igualdad impuesta e inexistente, o la explotación del hombre por el hombre.

Monday, August 6, 2012

A Chavela.







Isabel Vargas Lizano recogió sus bártulos, se hecho el poncho a la cabeza y se nos fue ayer, 5 de Agosto del 2012. Se llevó con ella miles de botellas de tequila, un hígado hecho cuadritos y una historia que no cabe en este blog. La descubrí hace un montón de años, en Madrid. Me cautivó su voz aguardentosa, su jadeo por el enfisema, su forma de decir las canciones y sus verdades a blúmer quitao. Vivió la vida a su manera y seguro estoy no le rendirá cuentas ni al mismísimo San Pedro. No me atrevo a desearle que descanse en paz, aún es capaz de mandarme al carajo. Chavela, me limito a un simple ojala que te vaya bonito, y a dar gracias por lo que aquí hiciste, algunos le llaman arte, yo creo fue algo más.

http://www.youtube.com/watch?v=wuEO77NZnP4&feature=related












Friday, August 3, 2012

Embargo y demagogia.




Siempre he albergado dudas sobre el manejo que el régimen de los hermanos Castro hace con el asunto del embargo o “bloqueo”. Cada vez que una administración norteamericana da pasos concretos para suavizar tenciones o normalizar relaciones, un exabrupto castrista da al traste con la intención. Al ingenuo Carter le obsequiaron el Mariel, a Clinton (no tan ingenuo) la crisis de los balseros y las avionetas de Hermanos al Rescate. Si añadimos el esfuerzo en favor del diálogo que un sector de la comunidad ha hecho desde 1978 y no ha rendido fruto, algo huele mal en esta ecuación.

Las nuevas medidas arancelarias que entrarán en efecto en septiembre demuestran un doble rasero en la política del régimen. Es inverosímil que un país bloqueado tome medidas que afecten la entrada de artículos, sobre todo de alimentos. El argumento de que esos productos van a parar a paladares y negocios privados se desmorona con la aplicación de altos impuestos y licencia a esos negocios y con la supuesta intención del régimen de promover los negocios por cuenta propia. Lo que el Estado no colecta en el aeropuerto (aduana) lo colecta en las cajas registradoras de los mencionados negocios.

Los miles de visitantes que arriban a los aeropuertos semanalmente rompen el embargo con el contenido de sus equipajes, con esta ley el gobierno castrista los penaliza. Mientras que a un pequeño grupo llamado, Pastores por la Paz, que realiza viajes esporádicos y cuyo aporte en términos económicos es insignificante, se les hace una enorme show mediático. Quien no sienta el fétido hedor de la demagogia y la política detrás de esta actitud padece de olfato selectivo. El show político continúa, no importa que millones de cubanos sufran las consecuencias.