Thursday, July 26, 2012

Más allá de la frontera.

Tomado de Diario de Cuba.

Muerte de Oswaldo Payá.
Andrés Reynaldo
Lo hayan matado o no, el escándalo consiste en que el Estado lo haya preferido muerto.

Funeral de Oswaldo Payá. (REUTERS)
Oswaldo Payá era un hombre decente y valeroso. Nada mejor que decir en este momento cubano de insondable sordidez. Murió, como otros opositores, como otros dirigentes caídos en desgracia, víctima de un enigmático accidente automovilístico. Desde hace décadas su nombre figuraba en la orwelliana lista de las no personas: aquellos que para la dictadura valen más muertos que vivos.
Como todo opositor en Cuba, Payá actuaba desde la lógica del martirologio. Su muerte es congruente con las circunstancias. Los Castro lo mismo abandonan al 'Che' Guevara en Bolivia que hunden una embarcación fugitiva con niños y mujeres a bordo. Lo hayan matado o no, para la conciencia de la nación, para nuestra memoria de pueblo, el escándalo consiste en que el Estado, la formal estructura de la patria de todos, lo haya preferido muerto.
Una popular cita de Mahatma Ghandi dice: "Cuida tus pensamientos, porque se convierten en tus palabras. Cuida tus palabras, porque se convierten en tus acciones. Cuida tus acciones porque se convierten en tus hábitos. Cuida tus hábitos porque se convierten en tu carácter. Cuida tu carácter porque se convierte en tu destino". Payá cuidó sus pensamientos, sus palabras. Al final, su destino acabó por hacerse ineludible. Si no fue ayer, sería mañana.
En el último año su tono había subido más allá de lo tolerable. Feroz, reacio, desesperado, fustigaba como nunca antes a la dictadura, a los nuevos mercaderes del diálogo y la reconciliación, a los cubanólogos que al cabo de medio siglo de disolución nacional siguen sedientos de hallar miel y mirra en un esputo de Fidel, y al cardenal Jaime Ortega, con sus obispos de cera y su brigada de respuesta laical.
En un comunicado de la Arquidiócesis de La Habana, el portavoz Orlando Márquez decía que Payá fue un católico que "desde su experiencia y vivencia de fe asumió un compromiso y trabajó por lo que consideró era bueno para Cuba". Lo que consideró era bueno para Cuba. Quizás la frase deba su obtusa abstracción al miedo. Eso no la alivia de su perfidia. Lo que Payá consideró bueno para Cuba tiene un nombre: libertad.
Tal fue el grito de adiós a su cadáver en su humilde parroquia de El Salvador del Mundo, en la barriada del Cerro: "¡Libertad! ¡Libertad!". Las palabras que se hacen acciones, que se hacen destino. Payá le reprochaba a la Iglesia, nuestra Iglesia, que callara o, peor aún, que hablara en esa media lengua del esclavo. Pues si un deber tiene el cristiano es traer la palabra clara, precisa y ardiente. A nada le teme más la dictadura. A fin de cuentas, la opresión es un problema de lenguaje. De lo contrario, no hiciera falta la censura.
Al despedir el duelo, Ortega volvió a demostrar su dominio de la eufemística. Dijo: "Oswaldo vivió el papel desgarrador de ser un laico cristiano con una opción política en total fidelidad a sus ideas, sin dejar por esto de ser fiel a la Iglesia hasta el día final de su vida. Fue amable y atento con su obispo, a quien siempre decía respetar y era cierto que lo hacía". Así, combinando la asepsia de un itinerante canciller con la deferencia de un municipal catequista, la máxima autoridad católica de la Isla eludió definir la importancia del hombre que insertó en el quehacer civil cubano la doctrina de la Iglesia.
Ortega tuvo la oportunidad de imprimirle a esa despedida un giro catalizador, o al menos una sagrada dosis de esperanza. Es descorazonador que la Iglesia sea incapaz de leer lo que cada mañana amanece escrito en su fachada: que el país solo necesita una chispa de liderazgo para recuperar su secuestrado rostro.
Minutos después, ni corta ni perezosa, la dictadura cortó ventaja. Más de 50 disidentes y activistas fueron arrojados a patadas en oscuros ómnibus policiales que seguían el cortejo como fríos y repugnantes Leviatanes. Sin embargo, esta vez, la multitud cobró un alarmante número y un severo gesto. Las pocas consignas gubernamentales fueron acalladas con desdén. Accidente o asesinato, pese a la inhibición de una Iglesia que estaba llamada a marchar con la sotana remangada y la cruz en ristre al frente del coche fúnebre, el evento adquirió una fecunda calidad política.
Se equivocaría Raúl Castro en celebrar esta muerte. Con Payá desaparece probablemente una de las últimas y legítimas barreras frente a una no menos legítima oposición violenta. La determinación de la dictadura de retener el poder a sangre y fuego va estableciendo por contraste las coordenadas de la rebelión. Es una lección universal y Cuba no tiene por qué ser diferente. De hecho, en ese sentido, nunca ha sido diferente.
Me atrevo a pensar que Payá, como muchos otros cubanos, veía cuán cerca estamos de cruzar esa trágica frontera, cuán inevitable. Su vida, su destino, se avienen a estas palabras del capítulo 58 de Isaías: "¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados […]?"
Libertad. Bendito sea el hombre que merece llevarte en su epitafio.

Wednesday, July 25, 2012

A razón de un comentario censurado por Silvio Rodríguez.



“Todo es del color del cristal con que se mira” Así reza un viejo refrán que me viene a la mente al analizar el video de los arrestos durante el funeral de Oswaldo Paya en la Habana, y la explicación que usted hace al respecto en su blog Segunda Cita. En el mencionado video, yo al menos veo lo siguiente: Una multitud de curiosos que mira desde la acera y los balcones los hechos, en silencio, en total silencio, la cámara muestra una señora de blusa rosada que dice: “Ahí, eso es lo que tenían que haber hecho” en un claro respaldo a la represión, seguido de un: “No me fotografíes mas come pinga” al notar que está siendo filmada y un “¿Que cojones te pasa? La cultura y decencia de algunos simpatizantes del castrismo son de un nivel ejemplarizante.

Los gritos de “libertad, libertad” se oyen claramente y los de “abusadores” proferidos por los que están siendo apresados y metidos a empellones en dos autobuses Yutong (para reprimir si aparecen los autobuses). La multitud no hace nada, solo mira en silencio, en total silencio y se mueve intranquila y molesta. Otra señora desde la acera grita “Viva Fidel” “Viva Raúl” el silencio obtiene por respuesta, solo un: “Nadie te hace caso” se oye en la grabación. En efecto, nadie le hace ni coro ni caso.

Nada es más explosivo, más peligroso que la indignación reprimida. El día que esa gran mayoría silente diga: “Basta ya”, veremos entonces que explicación le van a dar a los videos los que como usted Silvio, se pasan la vida mirando a través del empañado y sucio cristal de la dictadura represiva de los hermanos Castro, no solo mirando, intentando limpiarlo ante el mundo.

Por muchas razones no deseo un estallido social que desemboque en un derramamiento de sangre, un ajuste de cuentas, espero que eso jamás suceda. Pero cuando leo discursos como el más reciente de Raúl, donde dice a estas alturas apostar por la empresa estatal y repite el mismo estribillo de hace medio siglo, de que hay que acabar con la rampante corrupción y pide mas y mas sacrificios a un pueblo agotado, algo me indica que son precisamente los dirigentes y los esbirros del régimen los que están empujando como nadie, con su desmedido egoísmo el maltrecho carromato de la revolución hacia el abismo.

Wednesday, July 11, 2012

Raúl y los chinos



Raúl Castro regresará de su periplo por los países asiáticos con un par de acuerdos firmados y con una convicción: Esos señores de ojos oblicuos, aspecto tímido, sonrientes, reservados y disciplinados son unos tipos duros y persistentes,   por encima de cualquier ideología o simpatía que puedan tener con el modelo que su hermano y él han implantado en Cuba, mantienen una rígida decisión: Si no se les paga lo que se les debe, no extienden más créditos. Por esa razón más del 30% de una flota de autobuses Yutong que Cuba compro a China hace unos años está fuera de servicio, faltan piezas de repuesto y el gobierno de Raúl no tiene dinero para comprarlas.

Los acuerdos logrados en esta visita son insignificantes, solo uno, el que le otorga derecho al gigante asiático a explorar las aguas cubanas en busca de petróleo, tiene algún significado.

 Raúl anda algo apurado, sabe muy bien que el futuro de de su régimen depende de los subsidios venezolanos y estos se balancean peligrosamente entre dos cajones, uno el electoral, el otro el sarcófago de Chávez.

Con los chinos es difícil negociar en igualdad de condiciones, imagínense en desventaja y apurado. Por otro lado las noticias sobre existencias del crudo no son muy halagüeñas, la compañía Repsol perforó, selló y se marchó. Todo parece indicar que Raúl anda con dos chinos detrás, uno como señal de mala suerte y otro para que le pague.